
Más allá del clásico, del futuro en juego tanto para el Barcelona como para el Real Madrid, relumbra un duelo particular, estelar, entre Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, cabecillas absolutos y amparo de ambos equipos, condenados a encontrarse en la puja por cada meta. Messi, de 24 años, y Cristiano, de 27, van a su aire.
Al margen. Llevan ambos su propio ritmo. Números diferentes, récords históricos que rebasan, acaparan o comparten. Transitan a una velocidad distinta que el resto y en su empeño arrastran a los intereses globales de sus propios compañeros. El argentino y el portugués han acelerado su personal competencia.
Con las hostilidades despiertas, acentuadas por los colores antagónicos que resguardan. Ambos llegan al choque del Camp Nou con las cifras agigantadas. Con 41 goles cada uno en la Liga. Una cifra que rebasa la mayor cantidad de tantos anotados por un jugador en toda la competición, a lo largo de la historia. El guarismo resume su determinación. Messi es el alma azulgrana.
El que desatasca en las escasas ocasiones que la maquinaria de Pep Guradiola se obstruye. Acumula 63 dianas en todas las competiciones. A los 41 de la Liga suma catorce en la Liga de Campeones, dos en la Copa del Rey, tres en la Supercopa de España, uno en la Supercopa de Europa y dos en el Mundialito de Clubes. Hace tiempo ya que Messi maduró como jugador.
A sus 24 años asume la supremacía mundial. Y forma parte del eterno debate sobre el mejor de la historia a falta de una recompensa sonora con la selección, que amplíe el relumbrón de su palmarés y derribe la leyenda de simple estrella que sobresale de un engranaje perfecto. La excusa en la que se apoya la teoría de sus opositores. Puro talento, los retos del argentino se agotan. Magia espectacular que le capacita cada partido con la posibilidad de crear algo nuevo sobre el campo. Messi siempre da la cara. El triple ganador del Balón de Oro anhela la Bota de Oro que logró su rival, Ronaldo, el pasado año.