E n una ciudad del interior, un grupo de personas se divertía con un tonto de la aldea. Aquel infeliz vivía de la limosna. Diariamente ellos llamaban al tonto al bar y le ofrecían escoger entre dos monedas: una grande de 1 peso y otra menor de 25 centavos. Él siempre escogía la menor y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos.
Cierto día, uno de los miembros del grupo lo llamó y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda que elegía valía menos, bastante menos.
Lo sé, respondió, no soy tan bobo. Ella vale dos veces menos, pero el día que escoja la otra, el jueguito acaba, no me darán más a elegir y no voy a ganar más mi moneda.
Se pueden sacar varias conclusiones de esta pequeña historia.
1) Quien parece tonto no siempre lo es.
2) Hay quienes se creen vivos y son unos simples idiotas.
3) La ambición no es buena consejera.
Pero la conclusión más interesante es: "La percepción de que podemos estar bien, aún cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros mismos. Por lo tanto, lo que importa no es lo que piensan de nosotros, pero sí lo que realmente somos".
"El mayor placer de un hombre inteligente es aparentar ser tonto delante de un idiota que aparenta ser inteligente".