Con un tono bajo y avergonzada, la señora Gilma contó a DIAaDIA que por necesidad se vio obligada a vender drogas, ya que tenía que mantener a su nieta y cubrir sus propios gastos. "Yo no tenía a nadie que me ayudara, y nunca quise molestar a mis hijos, porque ellos tenían sus responsabilidades", dice la señora de 62 años.
Pero hoy, la señora Gilma está pagando un precio muy alto tras las rejas en el Centro Femenino de Rehabilitación, pues por su avanzada edad sufre de presión alta, artritis y dolores en los huesos. "Estoy bastante arrepentida. Todos los días le pido perdón a Dios por lo que hice", comenta.
A pesar de que en el centro le brindan atención médica, no es la mejor, porque cuando tiene un malestar la atención no es inmediata y tiene que esperar varios días para que el doctor la pueda atender. Por eso, la señora Gilma le solicita a las autoridades del Ministerio Público que le den una oportunidad y le concedan una medida cautelar de casa por cárcel, para que pueda ser atendida.
Aún le hacen falta tres años de su condena, pero cada día que pasa su estado de salud se deteriora y, aunado a ello, extraña mucho a su familia, especialmente a sus nietos, situación que la mantiene muy deprimida. "Todas las noches me despierto a llorar pensando en ellos, y todos los días le pido a Dios en la capilla que me brinde otra oportunidad", dice entre lágrimas la señora.
Así como la señora Gilma, existen otras 16 señoras de la tercera edad que están privadas de su libertad y que también padecen quebrantos de salud, por lo que la Fundación de Apoyo al Detenido solicitó, a través de una carta, a la procuradora general de la nación, Ana Matilde Gómez, que se les conceda una medida cautelar, pues sus enfermedades no pueden ser atendidas en el centro penitenciario.
LA RAZON
Esta solicitud surge tras la medida cautelar que se le concedió al ex Gerente del Banco Nacional de Panamá, Rafael Arosemena, por ser operado del corazón.
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