Parece mentira, pero los panameños destruimos sin piedad los bienes públicos que nos benefician a nosotros mismos. Tal es el caso de las bancas de la Avenida Balboa, un boulevard hermoso, gran atractivo turístico, cuyas bancas han sido mudos testigos de hermosos romances y tardes citadinas con el sol en el ocaso, reflejado en el mar, o las noches de ensueño con la luz de la luna bailando sobre las olas. Es lastimoso que la falta de conciencia de algunos destruya lo que a todos sirve, tanto a nacionales como a extranjeros.

A las autoridades se les hace un llamado para que reconstruyan esas bancas, pero a la vez, para que vigilen mejor esas áreas turísticas y se castigue de manera ejemplar a quienes sean sorprendidos dañando la propiedad pública.