No hay nada mejor que pasar un fin de semana en el interior del país, rodeado de la familia y comiendo deliciosas comidas.
Durante los días de Semana Santa, justo el viernes, me fui para mi querido Antón con mis papás, mi madrina y mi amiga Carolina. Llegamos a las 10: 00 p.m., pero allí estaba esperándome mi tía para 'acomodarnos'.
La mañana del sábado, luego del desayuno y hacer unas visitas, mis primos Luis Carlos, Luis Enrique, José y su esposa, Faustina, junto a Carolina nos fuimos a 'La Cascada', un hermoso río, en el que cuando nos dimos cuenta ya eran pasadas las 4: 00 p.m. Allí, mientras nos dábamos un rico chapuzón comimos ensalada de mango y hasta el famoso 'boli', que nunca falta para refrescarse del sol.
De allí salimos rumbo a la casa, donde nos esperaba una ardua tarea: asar las pepitas de marañón, o 'ñongas' como aprendí que se les llama. ¡Uff!, eso sí fue trabajo, pero Luis Carlos se puso en las pilas y aunque hasta se quemó un poco en el brazo, no nos dejamos ganar.
Pero como no todo es relajo, fuimos bien 'juiciocitos' a la misa en la capilla. Luego seguimos en la parte de 'chef' y Faustina nos dio una clase de cómo preparar una mermelada de mango, cuyo procedimiento entre cuento y cuento duró hasta la medianoche.
Muy temprano nos levantamos el domingo, y es que tocaba la parte que no me gusta: pelar las pepitas de marañón, pero por suerte, las manos sobraron para ayudar. Finalmente, cerramos con un 'desayuno pascual', celebrando la resurrección de Cristo, en el que desde el más grande hasta el más chico disfrutó mucho.
Ya a la vuelta a Panamá, no me salvé del tranque y al llegar a casa caí rendida como una piedra, pero feliz de pasar con la familia maravillosa que Dios me dio.