A eso de caer y volver a levantarte, de fracasar y volver a comenzar, de seguir un camino y tener que torcerlo, de encontrar el dolor y tener que afrontarlo, a eso, no le llames adversidad, llámale SABIDURÍA.
A eso de sentir la mano de Dios y saberte impotente, de fijarte una meta y tener que seguir otra, de huir de una prueba y tener que encararla, de planear un vuelo y tener que recortarlo, de aspirar y no poder, de querer y no saber, de avanzar y no llegar, a eso, no le llames castigo, llámale ENSEÑANZA.
A eso, de pasar días juntos radiantes, días felices y días tristes, días de soledad y días de compañía, a eso, no le llames rutina, llámale EXPERIENCIA
A eso de que tus ojos miren y tus oídos oigan, y tu cerebro funcione y tus manos trabajen, y tu alma irradie y tu sensibilidad sienta, y tu corazón ame, a eso, no le llames poder humano, llámale MILAGRO.
A esto es a lo que se reduce la vida, pero sólo cuando es una vida plena.
Nadie puede huir de lo que le toca vivir, ni siquiera cruzando las fronteras y más allá.
Ya desde el mismo momento del nacimiento, comenzamos a vivir el milagro de la vida, y con él, el amor de la madre, del padre, que con sabiduría, van pasando a sus hijos el conocimiento, la enseñanza, basados en su experiencia.
Con esto, van construyendo en ellos una coraza que les permite enfrentar los embates del diario vivir, justamente para dotarlos de sabiduría y experiencia, que a su vez pasarán a los suyos, para que siga repitiéndose el milagro de la vida, sin huir de él, sino enfrentándolo y disfrutándolo.
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