Hace ocho días tuve una experiencia maravillosa. Luego de salir de trabajar participé en mi pueblo (Campana, Capira) de la Vigilia Pascual. Fue reconfortante el poder tener esta experiencia, en la que vi a algunos adolescentes participando activamente. Se notó a un diácono muy entusiasmado por compartir la Palabra de Dios y a una comunidad, aunque con poca asistencia, que dijo presente para celebrar este acontecimiento que celebra la Iglesia Universal: la Pascua de Resurrección. Sí, había alegría entre los presentes, pues como dice San Pablo: "Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe". Al finalizar los actos y lecturas de la ocasión alguien propuso salir a la calle y decirle al resto del pueblo que Cristo había resucitado, y la iniciativa fue tan aceptada que vi a señoras que habían estado enfermas saltando y levantando las manos, dando fe de que había gozo en sus vidas, pero no un júbilo pasajero, sino de aquel bálsamo que nos da el Creador. Niños y jóvenes también expresaron su alegría y reinó la sana convivencia. Así es que me gusta ver a mi iglesia, de la que no me canso de profesar. Hoy me encuentro en Boquete compartiendo con centenares de jóvenes del país, quienes también creen en que se puede hacer cosas maravillosas para mejorar nuestra sociedad, a pesar de que sean muy pequeñas. Sigamos en esa sintonía de gozo pascual, con mayor razón hoy cuando el mundo entero sigue la beatificación de Juan Pablo II. ¡Que así sea!