HISTORIA
El ladrillazo

Redacción | DIAaDIA

Un joven y exitoso ejecutivo paseaba a toda velocidad en su auto Jaguar, sin ningún tipo de precaución. De repente, sintió un estruendoso golpe en la puerta, se detuvo y, al bajarse, vio que un ladrillo le había estropeado la pintura, carrocería y vidrio de la puerta de su lujoso auto.

Se subió nuevamente, pero esta vez lleno de enojo, dio un brusco giro de 180 grados y regresó a toda velocidad al lugar donde vio salir el ladrillo. Salió del auto de un brinco y agarró por los brazos a un chiquillo, y empujándolo hacia el auto estacionado, le gritó: "¿Qué rayos fue eso?, ¿quién eres tú?, ¿qué crees que haces con mi auto?, ¿por qué hiciste eso?"

Por favor, señor, por favor. ¡Lo siento mucho! No sé qué hacer, suplicó el chiquillo. Le lancé el ladrillo porque nadie se detenía.

Es mi hermano, le dijo. Se descarriló su silla de ruedas y se cayó al suelo... no puedo levantarlo, dijo el chico.

¿Puede usted, por favor, ayudarme a sentarlo en su silla? Está golpeado y pesa mucho para mi solito... Soy muy pequeño. Muy emocionado por lo que acababa de pasarle, levantó al joven del suelo, lo sentó nuevamente en su silla y sacó su pañuelo para limpiar un poco las cortaduras y el sucio de las heridas del hermano de aquel chiquillo tan especial.

Dios lo bendiga, señor... y muchas gracias, le dijo el niño. El hombre vio cómo se alejaba el chiquillo, empujando trabajosamente la pesada silla de ruedas de su hermano. El ejecutivo aún no ha reparado la puerta del auto, para recordar el no ir por la vida tan distraído y tan deprisa, que alguien tenga que lanzarle un ladrillo para que preste atención.

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