Desde hace algún tiempo, he preferido marcharme al trabajo desinformado con tal de no hacerlo amargado. Los noticieros comienzan el día con una retahíla de barbaridades. Tantas, que de aceptar tal inyección de violencia, además de desayunar insalubremente, llegaría sospechando de cada sombra a mi centro laboral. ¿Será que no hay buenas noticias que contar?

Por suerte, sí las hay. El pasado enero conocí al alcalde de la ciudad de León, Santiago de los Caballeros de Nicaragua. Él, a un grupo de visitantes nos confesó que León, pese al crudo vaivén del planeta, es una ciudad segura. Habló de que para una población superior a los doscientos mil habitantes, les son suficientes doscientos policías (una proporción de uno por cada mil).

También tuve la oportunidad de hablar con un policía y confirmó lo dicho por el alcalde (¿estaría lisonjeando a su jefe?). También, conversé con un turista salvadoreño y mencionó que la ciudad de León está entre las más seguras del planeta (¿no estaría sesgada su opinión por los altos niveles de violencia de su propio país?). Pero lo que acabó de convencerme fue el poder caminar por las calles de la ciudad por las noches, en el mejor estado en que un turista puede estar a las 3 de la madrugada, sin toparme con algún personaje sospechoso.

Volviendo al alcalde, osé preguntarle cómo explicaba tan bajos niveles delictivos. Me contestó con dos palabras: mística y organización. ¡Y comprendí un par de cosas importantes!

Comprendí que hay una mística que empuja a la ciudadanía leonesa a cumplir con la misión asumida: vivir como hombres y mujeres de buena voluntad, organizados para cultivar la buena convivencia de su comunidad y así darle al mundo una noticia, una buena noticia: la paz aún es posible entre nosotros.

Tengo la ligera sospecha de que voy a seguir sin ver los noticieros antes de dirigirme al trabajo, pero estoy convencido de que no todo es asesinato. También hay por allí, místicos organizados cumpliendo con su misión.