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Celebración, sospechas e inseguridad
Esta es la casa donde su propietario sabía que los visitantes eran reporteros sin conocerlos. (Foto: HERMES GONZÁLEZ /EPASA)

Odalis Orozco | Darién, DIAaDIA

La odisea en los pueblos fronterizos con Colombia no cesa.

El otro día, el equipo de DIAaDIA visitó Bajo Chiquito en horas de la mañana, a pesar de las advertencias de las autoridades de que había que regresar antes de las 3: 00 p.m., porque bajaban los guerrilleros. Se informó que ese día había fiesta en la noche.

Cuando los reporteros llegaron a Bajo Chiquito, los dirigentes sabían que allá llegaría un par de periodistas, pese a que en el pueblo anterior no se reveló la profesión.

"Los estábamos esperando", dijo una voz grave que provenía de un hombre negro, alto y delgado con collar de oro grueso, reloj dorado y esclava, que contrastaba con un pueblo en extrema pobreza. A él lo acompañaba otro hombre trigueño, quien se hacía el borracho. Ellos se distinguían de los pobladores de una comunidad donde todos eran chavas, como se les llama a los indígenas de la región emberá.

Todo estaba preparado para la gran fiesta, se esperaba que bajaran del monte más de 50 personas (guerrilleros).

Al bajar por el río se pudo observar que llegaban cuatros piraguas, cada una con doce cajas de cervezas. En un pueblo tan chico existen dos cantinas en casas de madera, con un foco encendido, y las cajas de cervezas son los asientos, porque en Bajo Chiquito sí hay luz.

Durante la estadía en este pueblo, (el negro) siempre estuvo vigilante de hacia dónde se movía el equipo de DIAaDIA.

Hubo quienes advirtieron a DIAaDIA que este ciudadano era como un brujo, pues dicen que lo sabe y lo ve todo. Curiosamente, después de esa advertencia, al salir de ese pueblo, la piragua se volteó. Fue una odisea el poder salvar las fotos obtenidas, pero la del hombre negro no se logró recuperar.

NO SE PUSIERON DE ACUERDO

Se conversó en el sitio con las autoridades comunitarias sobre las irregularidades conocidas, pero en sus respuestas se contradecían en cuanto al lapso de tiempo de llegada de los guerrilleros.

Rugil Rosales, presidente del Comité de los Caminos de Producción, explicó que si los jóvenes se encuentran a algún guerrillero en el camino y les solicitan que lo transporte, no tienen otra salida. La razón es que esos guerrilleros se encuentran armados.

Otro dirigente comunitario manifestó: "Estamos alejados y olvidados por las autoridades, como si no existiéramos, somos un pueblo olvidado".

Hubo otro "nocó" (dirigente) que por seguridad no quiso dar su nombre, pero denunció la sospecha que existe de que en la comunidad hay jóvenes que son reclutados para la guerrilla y se excusan diciendo que van hacia la ciudad, pero a criterio de los dirigentes, resulta que se van a la selva a entrenarse y posteriormente, son los que dan informes a los guerrilleros.

En Marragantí, la población está preocupada, porque las costumbres se pierden, puesto que los jóvenes que se van regresan con malas costumbres que ponen en riesgo a otros. Un ejemplo de ello es que el día que llegó DIAaDIA había una reunión entre unidades de la Policía de Frontera con maestros y autoridades del pueblo para asignarles un castigo a 10 jóvenes que estaban inhalando gasolina.

En Marragantí solo hay siete policías con dos puntos de vigilancia, mientras que en Bajo Chiquito y otros pueblos no hay presencia policial, una ronda llega cada mes. En este último pueblo está una de las trochas de salida de los migrantes y guerrilleros.

DIAaDIA buscó una versión del Servicio Nacional de Frontera (SENAFRONT) sobre estas irregularidades, pero solo se informó que las autoridades estaban reunidas. Aún se espera su pronunciamiento.





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