"Cada día me doy cuenta de hasta qué punto me molesta viajar adonde no se me ha perdido nada, adonde no hay nadie que me espere". Alfredo Bryce Echenique.
Después de tragarme la ruta del maíz, es decir, la distancia que habita entre la ciudad de Panamá y San Salvador (más o menos 1,983 kilómetros con 45 milímetros de ida y también de vuelta). Después de convivir con el tiempo sembrado durante 1 mes con 5 días, 9 horas, 6 minutos y 14 segundos, o sea, 3,143,174 segundos y unas cuantas fracciones. Después de ser noqueado por la tercera pupusa (la de queso con frijoles), arrastrado por un clima sicótico y frío (a mí me dijeron que Centroamérica estaba ubicada en el trópico) y asaltado y vencido por muchos dedos amistosos (mi mano derecha, que de tanto estrechar otras manos derechas, está llena de huellas dactilares y ahora pesa más que mi mano izquierda). ¡Ah! Y no puedo olvidar los abrazos. Mi ropa tiene olor a cariño. También fui deslumbrado por muchas sonrisas, tantas que, por la exposición a la alegría, tuve que ponerme gotas en los ojos. Después de visitar tanto rincón nunca antes visitado y aún así, ser recibido y esperado (¿o es esperado y recibido?). Muchos años desconfiando de la humanidad y me derriban el discurso brindándome 10 toneladas de confianza. Jugué al electricista y quedé conectado con nuevos parientes.
Después de emborracharme con la mirada de las amigas (las de los amigos sólo sirven a la hora de pagar las cuentas) y comer durante 52,386 minutos, tortilla asada y de maíz blanco; regreso a la tierra de la tortilla frita y de maíz amarillo (o sea, a seguir comiendo maíz). Al fin y al cabo la deuda externa con pisto o "chenchén" sigue siendo eterna. Después de ver a los zipotes caminar de la mano con sus madres y a los chavalos vender chicles para darle una mano a sus madres, veo ahora a los pela’os lustrar zapatos y extender sus manos manchadas. También a sus madres. Después de 873 horas de viaje donde morí y resucité con los versos puestos, me pregunto: ¿Maíz blanco versus maíz amarillo o maíz blanco y maíz amarillo? ¿Chavalos contra pela’os o niños jugando fútbol a la hora del recreo escolar?
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