HISTORIA
Simplemente, yo

Redacción | DIAaDIA

Cuentan que en una tribu primitiva apareció un hombre civilizado que llamó grandemente la atención de sus habitantes: gallardo, apuesto, hábil cazador, fuerte guerrero, inteligente estratega, amable, conversador...

Vivía en la tienda del jefe de la tribu, siempre acompañado de un cofre que contenía un misterioso objeto de cristal, ante el cual el extranjero, todas las noches, pasaba grandes ratos.

Después de muchas lunas, el extranjero desapareció inesperadamente. Y olvidó su cofre: el misterioso amuleto.

El jefe lo encontró casualmente y también él lo contemplaba al anochecer. Se le notaba cada vez más parecido al admirado extranjero: prudente, hábil, fuerte, ilusionado... Se convirtió en un jefe magnánimo, en un esposo delicado y un padre cariñoso.

Esto le hizo sospechar que el cofre poseía la imagen de una bella mujer; de la que, enamorado, sacaba fuerzas e ilusiones, escondidas antes. Un día logró arrebatárselo sin ser vista y, ella también, pasaba horas de la noche, adorando la prodigiosa estatua: fue cambiando su carácter y trato, y sus maneras se volvieron cada vez más femeninas, amables, solidarias y comprensivas.

También el hechicero tomó el cofre, con cuya contemplación reiterada consiguió mejorar sus artes sanatorias.

A las pocas lunas, apareció de improviso el dueño del milagroso cofre y dijo: "¿Alguien podría decirme si ha visto un cofre con un espejo dentro? Porque, si no logro ver, cada poco, el fondo de mí mismo, nunca lograré saber dónde ir, ni qué hacer de mí".

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