Cuando sientas que todo te sale mal, da rienda suelta a tu dolor. No lo dejes dentro. Pero hazlo con prudencia, no sea que una mirada de rencor empeore tu situación.
Da rienda suelta a lo que sientes, pero hazlo ante Dios, porque es un asunto entre tú y El. Esa es la complicidad que libera y refresca el espíritu.
|