Mientras la rueda del pequeño molino da vueltas, el sonido del motor atrae a los clientes como abeja al panal.
No es para menos, esto les indica que hay jugo de caña o guarapo (como es conocido en el interior) y lo mejor, que está fresco.
Javier Rodríguez, un joven de 17 años, aprovecha esta práctica común en los pueblos del interior y que hace unos años fue trasladada a la capital para ganarse unos reales.
Aunque trabaja para otra persona, las pocas posibilidades de conseguir un trabajo lo abismaron a elegir esta opción.
Este veracruzano desde hace un mes y medio se traslada hasta Calidonia en frente de El Machetazo, para iniciar sus labores a las 8 de la mañana, las que culmina a las 6 de la tarde.
"Me gradué de electricidad, pero se me terminó el contrato y tuve que buscar algo para poder sustentarme", dijo.
Sus sueños son reales: conseguir un trabajo fijo o, mejor aún, tener su propio negocio, como una empresa contratista, destacó animado Javier.
PREFERENCIA
A sus clientes les gusta el guarapo por sus cualidades curativas, que se conjugan con su refrescante y dulce sabor, aunque hay quien lo prefiere con naranjilla para cortar el dulce.
Vende más de 100 vasos diarios y realiza el arte de moler caña como si fuera innato.
Javier no desmaya y sigue luchando por alcanzar sus sueños, por lo que sale a trabajar todos los días con el mismo ánimo.
TECNICA
La caña en dos pedazos es introducida al trapichito, de donde sale el refrescante jugo que se vende a 25 centavos el vaso.
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