"Nunca es tarde cuando la dicha es buena". Es el mejor dicho que califica las ganas de cambiar y superarse como padres, esposos y, más aún, como seres humanos.
Aprender a leer y escribir no es nada fácil, y si a eso le añadimos las limitaciones económicas, falta de interés de los padres y el qué dirán de las demás personas, podría ser casi imposible.
En el corregimiento de Curundú se encuentra Casa Esperanza, una asociación sin fines de lucro que entre tantas cosas promueve la erradicación del trabajo infantil y desde hace poco tiempo brinda capacitación escolar a adultos indígenas con deseos de prepararse.
A ESTUDIAR SE HA DICHO
Con una sonrisa en los labios y una tímida mirada, entró en el pequeño salón de clases Eduardo Chamapuru, con su cuaderno debajo del brazo y sus plumas de colores.
Con 62 años a cuestas, este particular señor narró a DIAaDIA por qué se acercó a estudiar luego de tanto tiempo.
"Vergüenza por no escribir su nombre", ese fue el principal motivo que arrojó a este humilde trabajador y padre de familia a aprender, para dejar de sentirse menospreciado.
"Las veces que puedo y que salga temprano del trabajo", respondió Eduardo al preguntarle si sabía qué días tenía que asistir a la escuela.
Junto con Eduardo están sus compañeras de clases, quienes de igual manera buscan aprender para ayudar a sus hijos con las tareas.
Con 17 años y su pequeña hija en brazos, Dora Samana contorneaba una letra que su maestra Rocío le dejó de práctica.
La culminación de sus estudios se vio frustrada al tener a su pequeña hijita, pero asegura la joven que nunca le impidió seguir estudiando, aunque tenga que llevársela a las clases.
"Me gusta aprender y mi esposo me lo permite, termino de hacer los oficios y la comida temprano, y vengo aquí con la maestra", señaló la joven, tratando de quitarle el cuaderno a su hija.
Emelia, Marisol, Roberta, además de ser todas madres de familia, coinciden en el mismo interés: enseñar a sus hijos con las tareas.
"Yo no puedo ayudar al niño con las tareas y tampoco a escribir mi nombre en el cuaderno, y eso me da pena", aseguró Marisol Chamapuru, tratando de cubrirse el rostro con las manos.
La mayoría de estas personas tiene la misma historia. Viajan desde el Darién por diversos motivos, quizás porque sus familias no pudieron ofrecerles nada mejor. En la capital se realizan como padres, trabajan desde temprano y hacen sus vidas, pero afortunadamente también tienen ese particular interés de querer saber más de lo que no pudieron aprender antes.
HERMOSA LABOR
En conjunto con el Ministerio de Educación, Casa Esperanza ha implementado este Programa de Alfabetización a beneficio de los adultos con deseos de superación.
Maestros de enseñanza primaria son los encargados de cultivar el amor a las letras a estos indígenas, que se han convertido en sus "alumnos favoritos".
Para Rocío Garrido, maestra de estas personas, las principales razones por las que asiste puntualmente a su clase es para ver los grandes avances que diariamente demuestran sus alumnos.
"Cuando los escucho leer y recuerdo que hace unas semanas no sabían, me llena de tanta alegría ver lo que con tanto esfuerzo y dificultades ellos han logrado. Es uno de los mejores grupos que he podido tener", manifestó Garrido, con una amplia sonrisa mientras corregía la plana de Marisol.
Charlas de concienciación y responsabilidad paternal, fueron las primeras herramientas que la familia de Casa Esperanza utilizó para atraer la atención de los indígenas al curso.
Jorge Olivarren, trabajador social, explicó que al inicio nadie quería participar en las clases, porque la vergüenza de asistir a la escuela era "tan grande" que nadie lo hacía.
El compromiso con sus hijos, señala Olivarren, debe ser el principal motivo para que los padres y madres busquen instruirse, porque es la mejor manera de demostrar su cariño.
LAMENTABLE
Según el Ministerio de Educación, en el censo del año 2000 se detectó que la provincia de Darién tiene el mayor número de personas analfabetas, arrojando cifras de hasta un 23% de la población total; seguido por Bocas del Toro con 16.9% y Veraguas con 15.2%.
Afortunadamente, la población en general ha creado conciencia sobre la importancia de no abandonar los estudios, porque esta tasa de baja escolaridad ha disminuido en 7.5% de 1970 a 1980. Lo que indica que en las últimas tres décadas se ha logrado reducir el índice de analfabetismo; sin embargo, es necesario redoblar esfuerzos y comprometerse a participar en las próximas campañas de alfabetización.
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