
El albergue se sustenta con servicios de jardinería, mecánica, reciclaje y una que otra donación.
Fotos: JES? SIMMONS
El albergue se sustenta con servicios de jardinería, mecánica, reciclaje y una que otra donación.
Fotos: JES? SIMMONS
El albergue se sustenta con servicios de jardinería, mecánica, reciclaje y una que otra donación.
Fotos: JES? SIMMONS
Los niños reciben mucho amor y cariño.
El pastor Sentmat pide apoyo.
Esta es la Fundación Luz y Esperanza.
El albergue se sustenta con servicios de jardinería, mecánica, reciclaje y una que otra donación.
Fotos: JESÚS SIMMONS
Los niños reciben mucho amor y cariño.
El pastor Sentmat pide apoyo.
Esta es la Fundación Luz y Esperanza.
El albergue se sustenta con servicios de jardinería, mecánica, reciclaje y una que otra donación.
Fotos: JESÚS SIMMONS
Los niños reciben mucho amor y cariño.
El pastor Sentmat pide apoyo.
Esta es la Fundación Luz y Esperanza.
El albergue se sustenta con servicios de jardinería, mecánica, reciclaje y una que otra donación.
Fotos: JESÚS SIMMONS
Los niños reciben mucho amor y cariño.
El pastor Sentmat pide apoyo.
Esta es la Fundación Luz y Esperanza.
El albergue se sustenta con servicios de jardinería, mecánica, reciclaje y una que otra donación.
Fotos: JESÚS SIMMONS
Los niños reciben mucho amor y cariño.
El pastor Sentmat pide apoyo.
Esta es la Fundación Luz y Esperanza.
Este jovencito sabe que fue abandonado al nacer, por sus padres, en un tinaco de basura en la provincia de Bocas del Toro. Al menos eso fue lo que le dijo el hombre que lo encontró.
“Un buen día me dijo que hasta aquí me iba a cuidar, habían pasado ocho años”. Su protector lo dejó en la terminal de buses de Bocas del Toro con $25.00 en el bolsillo, dos pantalones, un suéter, tres camisas y dos correas. Al verse solo y sin un lugar a dónde ir lloró, hasta que vio un auto blanco, se acercó y le dijo: “Señor ¿tiene trabajo?”, al escuchar una respuesta positiva se sintió aliviado y se fue con aquel hombre.
Ese alivio duró muy poco, ya que aquel malvado sujeto le pegaba con una correa y lo levantaba a las 4:00 a.m. para que cuidara su ganado. Un ternero de los que cuidaba José se murió al caer por un barranco y ese mismo día lo echaron de la finca.
Al verse solo nuevamente, abordó un bus y se fue para Chiriquí. En esta provincia consiguió trabajo en una empresa de piñas. Cada vez que terminaba su jornada y lo mandaban para la casa se rascaba la cabeza y se ponía a llorar. Por un tiempo vivió en las montañas y en otras ocasiones dormía en medio de las piñas.
Sin un hogar donde dormir se devolvió para Bocas del Toro, por temor a que sus patrones descubrieran su precaria situación. José empezó a trabajar cosechando café, pero como en las ocasiones anteriores, fue explotado. De los $1.50 diarios que le pagaban en el cafetal, le tenía que dar cinco dólares al que se hacía llamar su amigo para que le cobrara su paga, ya que por su condición de menor de edad no podía hacerlo él mismo.
Para colmo, José le tenía que pagar $20.00 semanales para que pudiera quedarse en su casa. La Policía intentó cogerlo 10 veces, por eso se cambió el nombre, hasta que en la undécima ocasión se le acabó la suerte y fue detenido y enviado por la Fiscalía de Menores al albergue Fundación Luz y Esperanza, ubicado en Bique, Arraiján. A pesar de que las necesidades del albergue son muchas, pues los cuartos son de lona, piso de tierra y madera, José encontró el amor de la familia que nunca tuvo.
Jaime Sentmat, pastor del albergue, dijo que “las autoridades los dejan aquí guardados como si esto fuera una alcancía”. Él no pide que le regalen nada, solo que le brinden el apoyo para poder seguir trabajando por los niños que llegan a su albergue.