"Ya se sabe que en la vida abundan los idiotas y los miserables e, incluso, los idiotas miserables". Rosa Montero

Desconocer el número total de víctimas humanas de la fiebre aviar, es una ignorancia. Sí. Pero, ¿tiene consecuencias mayores dicho desconocimiento? Me parece que no.

Desconocer que tal enfermedad no se transmite a través de la carne de pollo frita o guisada, es una idiotez. ¿Por qué? Porque las autoridades de Salud y los medios de comunicación social, han repetido hasta la saciedad que así no se transmite esa gripe. Pero insistir en que uno se puede contagiar con el consumo de carne de aves enfermas y que ello se haga luego de ver y escuchar las noticias, eso es una verdadera necedad. Tal persona es terca y porfiada e insiste en propagar su ignorancia y defender su calidad de idiota.

Otro ejemplo. Desconocer la velocidad en metros por segundo que pueda desarrollar un auto, es una ignorancia. No pasa nada. Pensar que un transeúnte puede ganarle corriendo a un carro, es una idiotez. Pero cruzar la calle por debajo de un paso peatonal, sin tener impedimentos físicos para subir escaleras, definitivamente es una necedad que raya en imbecilidad. La bienvenida al cementerio.

¿Cuál es el punto? El punto es que estoy comenzando a creer que la ignorancia, en la era de la rápida obtención de información, ya no es el principal obstáculo para el desarrollo humano. Hoy más que nunca, el ciudadano de a pie tiene acceso expedito al conocimiento. Me estoy empezando a inclinar a pensar que los principales enemigos del desarrollo humano, son la idiotez y la necedad.

Esa pereza de buscar la información y aquella extraña necesidad de construir una patraña y creérsela.