No les importó nada, había que salvar al bebé. Esa fue la actitud de dos de los bomberos que participaron en el rescate del pequeño Carlos Arturo, luego de que su madre, Adriana Grenald, lo tirara a una letrina y lo prendiera con gasolina en la barriada Villa Luchín, Tocumen.
El bombero Edgardo Alvarado fue el primero en ver la escena y fue quien sacó al niño. Contó que cuando miró hacia la letrina, sólo vio uno de los brazos del bebé, el resto del cuerpo estaba cubierto de excremento.
Sin guantes, Edgardo metió la mano y fue apartando excremento para luego sacar a la criatura, percatándose de que estaba con vida. "Metí la mano sin importarme nada, había que salvarle la vida, fue una impresión muy grande", dijo Alvarado.
"Sentí un dolor muy grande, estuve a punto de llorar. Yo tengo 4 hijos", expresó. Agregó, además, que por dos días se la pasó con las manos hediondas, le dio picazón y le salieron ronchas en sus brazos por la infección.
El subteniente Carlos Cedeño, encargado del grupo de rescate, confesó que esa noche casi no pudo dormir, pues nunca antes había visto a un infante indefenso en esas condiciones.
Cedeño dijo que la mejor recompensa que han recibido es el salario emocional; sus compañeros y la gente los felicitan. Ahora los llaman "héroes". ¡Y con justa razón!
SIGUE GRAVE
La vida del pequeño Carlos Arturo está todavía en peligro, pues sigue respirando artificialmente.
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