"Una bruja fantástica me dio una fórmula...". Así comienza la única canción que le oí interpretar a Xavier, el fulazo del primer grupo Menudo. Y siempre pensé: "Ojalá que cuando yo la necesite, me encuentre esa bruja fantástica".

Ahora la necesito, pero como vivo en la realidad, en la fe y no en la fantasía, no se me aparece por ningún lado.

¿Por qué la necesito? Bueno, por lo mismo que la necesitamos todas las madres y padres del mundo. Porque nuestros hijos, a diferencia de los muebles para armar, no vienen con un manual para hacerlos funcionar debidamente.

Dos de los míos están en la edad de la adolescencia y el otro ya es un adulto. A este último, no me fue fácil criarlo. Qué va, pero siempre encontré la dichosa fórmula para que me hiciera caso... a la larga aunque sea. Eran otros tiempos aquéllos de las dos décadas pasadas.

Hoy día, si los regañas muy fuerte, los estás "maltratando", y si no lo haces, los estás "maltratando por omisión". ¿Qué hacer?

La verdad es que, tal como sacamos en conclusión varios padres con los que conversé esta semana, la dichosa fórmula mágica no existe en estos tiempos de la Internet, del Código de la Familia, del cable y de los celulares. Ellos se las saben de todas, todas, para buscar excusas para no estudiar, evitar los oficios de casa y más.

Sin embargo, alguien a quien aprecio mucho (y que también pasa por lo mismo) me dijo: "Suéltalos, ellos saben lo que hacen". ¿Cómo, si sólo son adolescentes?, me pregunté. Pues no estaba equivocada aquella persona. La verdad es que, aunque no tiene nada de mágica, descubrí que la fórmula es: hablar abiertamente, darles amor y confiar en ellos porque, al fin y al cabo, están preparados para enfrentar la vida con un arma poderosa: el amor que como padres les dispensamos. No hay otra fórmula.... ¡y resulta!