Hoy día, al hablar de Bocas del Toro, lo primero que se piensa es en el auge turístico de esta provincia, dejando en otros escalones de importancia su gran riqueza ecológica y el futuro que les espera. Tampoco se escucha a viva voz, el pensamiento de sus moradores que vaticinan con este desarrollo un atentado contra la naturaleza y la cultura de su pueblo, especialmente, en las comunidades indígenas. Tal vez, todo ese entorno se resuma como dice la tercera estrofa del Himno Nacional: "El progreso acaricia tus lares...", pero eso tiene su costo. Y lo más seguro es que sea irreversible.
POCOS BENEFICIOS
Ángel González, de la Alianza Bocas, es de origen español, lleva varias décadas residiendo en isla Colón y ha recorrido esta provincia detenidamente; descubrió el valor que posee, y por eso rechaza contra viento y marea cómo se está afectando el progreso de la provincia con el denominado "turismo residencial". Acotó que lo que está ocurriendo es un crecimiento residencial de lujo, no planificado.
Para González, esto ha ocasionado un desplazamiento muy marcado en la población. Algunos moradores e indígenas han vendido sus terrenos a extranjeros a un costo bajo y se ha notado la aparición de "barriadas brujas o villas miserias".
También comentó que ya muchos moradores no pueden pescar, pues han proliferado los hoteles y restaurantes a orilla de playa, razón por la cual se está perdiendo la vista al mar.
Es notorio que empiezan a predominar los edificios más altos, cuando originalmente, eran de dos pisos y con una identidad caribeña.
NADA PARA EL PUEBLO
Por su experiencia, el activista de Alianza Bocas expresó que las ganancias se van fuera de Panamá y las oportunidades de empleo sólo se dan en la temporada de la construcción.
Por todo lo anterior, el costo de la vida se ha duplicado. Tan sólo comer en los restaurantes un plato sencillo puede costar más de cuatro dólares y la comida gourmet más de quince.
La mayoría de los que llegan a Bocas del Toro son "gringos" retirados, y de acuerdo con González, la segunda oleada que invadirá la población bocatoreña será de profesionales extranjeros que no contratarán a nadie. Añadió que en esta provincia, "leyes es lo que sobra, pero no se aplican".
REPRESION O DESARROLLO
Félix Sánchez, presidente de la Alianza Naso, informó que el tema de desarrollo es "terrible", porque se ha convertido en una amenaza para la comunidad indígena. Y es que en junio del año pasado, mientras realizaban una manifestación en contra de la construcción de una hidroeléctrica en el área Teribe, fueron sorprendidos con más de 200 policías. Algo nunca antes visto para los naso.
Narró que en esa ocasión, para volver a su comunidad, les revisaban las bolsas y las inspecciones eran más férreas en los puertos. Dijo que "eso me da a entender que el Gobierno está dando paso a que el proyecto camine sin tomarnos en cuenta".
Acotó que el papel de las autoridades ha sido, totalmente, a favor de los proyectos.
La defensa de este pueblo indígena es tan profunda, que le dicen a sus visitantes: "aquí no tienen que traer agua embotellada para vivir, pues el agua de nuestra comunidad es agua pura". Y por sus pensamientos ancestrales, esperan mejores días entre los nativos que aún luchan por el rescate de la cultura de su región.
HAY QUE PONER UN ALTO
Zuleika Pinzón, presidenta de la Fundación Natura, ve el tema del crecimiento turístico de Bocas del Toro con mucha preocupación y no es que su organización se oponga al desarrollo, sino, porque considera que está ocurriendo de una forma desordenada.
Ante esta situación, Natura, afiliada a la Unión Mundial para la Naturaleza (con más de mil miembros en todo el mundo), aboga por realizar un ordenamiento territorial. "Se pueden desarrollar proyectos, pero con un límite de uso y capacidad del territorio", aseguró.
En Panamá, hay once organizaciones no gubernamentales afiliadas a ese organismo mundial, incluyendo la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM), pese a que este último es gubernamental.
Pero a Natura no sólo le preocupa la parte ambiental, sino también el impacto sobre los pueblos indígenas y la misma población local. Y es que se ha visto que en otras poblaciones donde ocurre un crecimiento similar, los pobladores sólo se encargan de limpiar el hotel o servir de meseros.
Por esta razón, propone que es preferible detener la aprobación de proyectos hasta tener ese ordenamiento. Además, que el Gobierno organice programas de capacitación donde la comunidad sea partícipe del desarrollo y no se quede al margen de él, puntualizó Pinzón.
EN SU DEFENSA
El indígena Feliciano Santos, del Movimiento por la Defensa del Territorio y Ecosistemas del Archipiélago de Bocas del Toro (MODTAB), hace poco se acercó a participar en el seminario taller sobre Sostenibilidad Ambiental, organizado por la Asociación Nacional para la Conservación de la Naturaleza (ANCON), en isla Colón, y su presentación fue: "Bienvenidos a una tierra que no es de nadie y un territorio sin ley". ¿A qué se debió su presentación? Santos explicó que su pueblo está acostumbrado a vivir con la naturaleza para subsistir, no para hacerse ricos. Sin embargo, ha visto que con la puesta en vigencia de la Ley 2, que regula las concesiones para la inversión turística, y la enajenación de territorio insular para fines de su aprovechamiento turístico, que la pobreza entre sus paisanos ha ganado terreno.
"Las personas están engañadas de lo que está sucediendo en Bocas del Toro. Con la Ley 2, no se le dio la oportunidad a la comunidad de plantear sus puntos de vista. Y aunque el Gobierno diga que esa ley no es para vender tierras, se puede entender que ese es su fin, y quienes la propusieron, se lavaron las manos como Poncio Pilatos", sentenció.
Mientras tanto, la población afroantillana está mejor posicionada que la indígena, dado su conocimiento del idioma inglés; por tal razón, son tomados en cuenta con mayor frecuencia en las actividades turísticas. Esta tendencia es resentida en la población indígena. En esto también coincide el informe €œCaracterización socioeconómica y análisis de situación del Distrito de Bocas del Toro€, elaborado por la Alianza Bocas con el apoyo de los dirigentes comunitarios.
Esta es parte de la realidad que trasciende en esta región que fue considerada en el siglo XX como un eje marginal de las actividades bananeras, y que hoy día, es vista como "la gallina de los huevos de oro", pero que también se puede extinguir.
La realidad del Archipiélago parece indicar que no hay manera de que este tipo de desarrollo tenga lugar sin que se ocasionen serias e irreversibles afectaciones al ambiente y a las comunidades. En teoría, estas afectaciones deberían ser tomadas en cuenta por los Estudios de Impacto Ambiental (EIA), pero en muchas ocasiones esto no sucede.
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