Cualquier actividad supone un gasto de nutrientes que hay que reponer en las distintas comidas del día. El desayuno, al menos, debe suponer un aporte de:
Glucosa: combustible para el ejercicio físico y trabajo intelectual. Se encuentra en la fruta, miel, azúcar, pan, arroz y pastas.
Aminoácidos: con los que se construyen los tejidos y los huesos, cartílagos, sangre y músculos.
Fósforo: vital para la salud y desgaste intelectual. Se encuentra en los sesos, yemas de huevo, queso y leche en polvo, vísceras, mariscos, nueces y cacahuates.
Magnesio: refuerza las neuronas y relaja los músculos. Se encuentra en las almendras, avellanas, cereales completos, semillas de cacao y soja.
Potasio: necesario para compensar el desgaste muscular y la actividad cerebral. Se encuentra en casi todos los alimentos y, sobre todo, en las legumbres, cítricos y plátanos.
Vitamina C: necesaria para superar los complejos infecciosos y calcificación de los huesos. Son ricos en vitamina C los kiwis, los tomates, los cítricos, la coliflor, la piña y las fresas.