El paternalismo no es bueno. Eso ha quedado demostrado a través de la historia.
Es como un padre o una madre que ama a su hijo, pero lo sobreprotege y le excusa cada falta sin corregírsela, sólo para que no se sienta triste y pueda hacer exactamente lo que le da la gana.
¿Qué es lo que se obtiene al final de cuentas? Pues, nada menos que un adulto sin armas para defenderse, sin criterio formado para decidir entre lo bueno y lo que no lo es, un resentido social, porque en su hogar tiene a sus padres, pero fuera de él, donde hará su vida para siempre, no los tendrá.
Pero vayamos a lo macro. En otras, palabras, veamos el país, no al individuo.
Para nadie es un secreto que cada gobierno tiene algo de paternalista. Generalmente, temen al costo político de sus acciones, por muy acertadas que sean, y les dan a los ciudadanos un dulcecito para que sientan contentos, especialmente si esos ciudadanos forman parte de gremios que tienen poder de convocatoria y, por consiguiente, pueden crear opinión pública adversa.
Al final, los "niñitos" (ciudadanos) salen respondones y los padres (los gobiernos) tienen que volver a darles el dulcecito.
Si no me creen, miren a su alrededor. Los transportistas lograron otra vez su subsidio, los docentes su aumento, los médicos no trabajan las 8 horas, los de SUNTRACS cierran las calles cuando les viene en gana, y, finalmente, los panameños que viven en áreas inundables se niegan a salir de ellas. El gobierno tiene que ver cómo se las ingenia para limpiarles las casas y darles nuevos enseres.
Si el paternalismo sigue, lo único que tendremos mañana es un país más pobre, sin educación cónsona con la realidad, y con barriadas brujas en cada área inundable, porque cada "niñito respondón" va a querer vivir en el corazón de la ciudad, cueste lo que cueste.
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