Gracias a la Embajada de los Estados Unidos, y por ende el Departamento de Estado, tuve la oportunidad de visitar un centro educativo en San Francisco, California, donde preparaban a estudiantes en diferentes ámbitos de la comunicación social. Era solo un plantel donde enseñaban todo lo relacionado con el periodismo.
Esos adolescentes tenían estudios de televisión, salas de edición, cámaras fotográficas y de video, y todo lo que usted se puede imaginar, pero que en la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de Panamá evidentemente hacen falta.
Luego de conversar con esos jóvenes, hubo un poco de desánimo de mi parte y de los 18 colegas latinos que me acompañaron en esta experiencia, pues percibieron que no había ningún interés en ellos por ser periodistas o algo parecido, pese a que tenían todas esas herramientas.
Pero no solo eso. En vista de que vivían en una zona marginada, no tenían entusiasmo por aprender nada y lo que hacían era un simple pasatiempo.
Digo, lo más seguro es que usted dirá que entre Panamá y Estados Unidos hay una diferencia abismal, y es cierto, pero lo que deseo es rescatar es que esto nos deja una enseñanza, pues podemos tener de todo en la vida, pero si no valoramos lo que tenemos, difícilmente se descubren todos los talentos que poseemos y que están allí sin ser explotados.
