"Aún en la vejez darán fruto; estarán vigorosos y verdes ..." Salmo 92:14
María, una señora jubilada iba todos los jueves a visitar a algunas personas que tenía en su lista. Algunas vivían en residencias de ancianos, otras estaban solas en su casa. Agradecida de que todavía podía conducir su automóvil, María llenaba una cesta con guineos maduros, flores y algunas veces colocaba un cassette con la grabación del servicio del domingo de su iglesia. Más que nada, ella se sentaba al lado de la cama de alguna frágil señora. Aunque la señora no le respondiera, María la trataba con ternura, como si escuchara y entendiera cada palabra. Le leía las Escrituras y oraba, luego le daba un beso de despedida, y antes de retirarse, le decía: "Te veré la semana que viene".
A medida que las amigas de María iban muriendo, ella se sentía triste porque las extrañaba, pero nunca dejaba de servir al Señor. Encontraba nuevas amigas y seguía compartiendo el amor de Dios hasta que Él la llamara a su hogar celestial.
Como una firme cesta utilizada para una gran variedad de necesidades prácticas, María llenaba su corazón y su vida de amor hacia los demás. Con el tiempo y mucho uso, las cestas pueden quedar en desuso, pero Dios sigue utilizando a sus hijos para ayudar a otros, siempre y cuando estemos dispuestos.
María, no solo creía en Dios; ella vivía la fe compartiendo su cesta de amor de Dios con todos los que le rodeaban.