Hacia la edad de cuatro años surge un periodo donde el niño tiene una imaginación absorbente, fluyen en él abundantes imágenes que no asocia a la realidad. El niño acepta como reales sus imágenes, tanto positivas como negativas.
Es el momento en el que se siente protagonista y encarna las leyendas, no distingue del todo entre lo que imagina, entre lo que sueña y entre lo que capta por los sentidos, da vida a lo inanimado: juguetes, objetos, animales..., se siente dominado por mitos y por figuras, recogidas del exterior o procedentes de su elaboración personal.
Los adultos, en ocasiones, se sorprenden con la mente fantástica de los niños, intentan corregir y hasta reprimir sus manifestaciones; sin embargo, hay que dejar que la imaginación se desarrolle en la mente de los niños.
TENGA EN CUENTA
Hay que cultivar las ilusiones de los niños, pero sin estimular conductas caprichosas; hay que enseñarles desde el principio que no todas las cosas salen como uno quiere. /li> La ingenuidad infantil convierte en peligro muchos hechos o situaciones. Hay que dejar que el niño sienta miedo, cuando éste es natural y espontáneo, así será capaz de comprender situaciones de peligro. Lo que no es correcto es estimular con sustos, amenazas, alarmas... sus temores naturales. Es conveniente proteger al niño de reportajes macabros e imágenes agobiantes. /li> No hay que fomentar la fabulación de forma desmesurada; pero tampoco hay que destruir sus ilusiones infantiles. Los niños deben crecer entre cuentos, fábulas y leyendas.
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