Hace años, llegaste a nuestras vidas y ocupaste todo nuestro tiempo. ¡No te metas en mi vida!, te oí decir un día, cuando te llamé la atención.
¿No te metas en mi vida?
Escucha bien: Desde la primera noche que naciste, no dormimos. Cada 3 horas, llorabas y hasta llorábamos contigo.
¿No te metas en mi vida?
Empezaste a caminar. Ya no podía sentarme a leer o a ver televisión, porque te perdías de mi vista y tenía que salir tras de ti para que no te lastimaras.
¿No te metas en mi vida?
Todavía recuerdo el primer día de clases, cuando tuve que llamar al trabajo y decir que no podría ir, porque estaría contigo.
¿No te metas en mi vida?
Seguiste creciendo, ya no querías llegar temprano a casa, te molestabas si te marcábamos reglas, no podíamos hacer comentarios de tus amigos sin que te volvieras contra nosotros, como si los conocieras a ellos de toda la vida y nosotros fuéramos unos desconocidos.
¿No te metas en mi vida?
Creciste. Mamá se la pasa en vela y no me deja dormir diciéndome que no has llegado y que es de madrugada. Hasta que por fin podemos dormir cuando acabas de llegar.
¿No te metas en mi vida?
Pues quiero que sepas que tu madre y yo te respondemos juntos: Hijo, yo no me meto en tu vida, tú te has metido en la mía, en la nuestra, y te aseguro que hasta hoy no me arrepiento, porque mientras esté vivo me meteré en tu vida, con respeto, para ayudarte, para formarte y para amarte. Sólo así sabrás que siempre contarás con nosotros y con nuestro amor.
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