" Y oyeron al Señor Dios que se paseaba en el huerto." Génesis 3: 8. Para Cecilia no era común dormir hasta tarde ni siquiera durante las vacaciones, ya que se había criado en una granja. Pero muy de vez en cuando, su madre dejaba a sus hijos dormir hasta tarde. En una de esas raras ocasiones, a Cecilia la despertó el agradable olor y el ruido que hacía su madre al preparar el delicioso desayuno familiar. El aroma de la tocineta llenaba toda la casa, y se oía el ruido que se hace al cocinar. El aroma del pan recién horneado también ayudaba a que los niños despertaran.
Una mañana de verano, la casa estaba en silencio, los hermanos de Cecilia estaban durmiendo y de la cocina no venía ningún ruido ni había ningún olor que indicara que se estaba preparando el desayuno. Cecilia vio que la puerta de atrás estaba abierta, y sin hacer ruido, salió al jardín, donde estaba su madre con mucho ánimo, quitando la maleza del huerto. La escena se desarrollaba ante sus ojos como si estuviera envuelta en un mullido manto, mientras veía a su madre caminar por el huerto. Adán y Eva vivieron en el único huerto perfecto. Ellos disfrutaban de condiciones perfectas en la naturaleza. A diario, caminaban por el huerto y hablaban con el Señor cara a cara. Adán y Eva escuchaban el ruido que hacía Dios al caminar en el huerto cuando se acercaba a ellos. En su espíritu, la mamá de Cecilia debe haber conocido la dulzura de la presencia de Dios al caminar en su huerto temprano en la mañana. Antes que las demandas del día ocuparan sus manos y su mente, sabiamente ella elegía las horas tempranas de la mañana para caminar con Dios en el huerto.