Necesita mejores condiciones; el espacio es muy chico. (Foto: NORIEL GUTIÉRREZ /EPASA)
Nayeli Williams
| DIAaDIA
Marcada por el envenenamiento. Con pequeños pasos llega a su cama; el dolor que siente en su cuerpo es cada vez más fuerte. Ella trata de pensar en otra cosa, pero es imposible, ya que no cuenta con los medicamentos que la ayuden a calmar su dolor. "Otro día sin comer, qué le doy a mis animales", es una de las preocupaciones que la perturban. Voltea la mirada y ve cómo los ratones merodean su diminuta morada.
Las paredes cada vez se hacen más pequeñas, ropas por aquí, medicinas por allá y el olor a humedad la conduelen y remuerden su herida.
Observa su andadera y compara la Olivia de antes con la del presente. Finalmente, cansada de pensar, decide acostarse y olvidar por breves instantes su dura realidad.
Esta es la historia de Olivia Arce, de 49 años, una de las víctimas del envenenamiento masivo con dietilenglicol y que, al parecer, la vida le ha dado una mala jugada que, poco a poco, debilita su espíritu.
MALAS CONDICIONES
Deambulando por las calles en espera de un hogar fue la realidad de esta mujer durante dos días, hasta que una persona conocida se apiadó de ella y le alquiló la lavadería de su casa en donde ha vivido por seis meses.
El calor de ese sitio es intenso, el sol pega directamente a la piel de Olivia, quien necesita tener un lugar fresco por su condición.
Olivia asegura que contaba con una casa reposeída, que era financiada por un banco, pero fue rematada y la dejaron en la calle, a pesar que los primeros meses ella tomó un préstamo para arreglarla.
Entre tanto, Edwin Betancourth, director de Desarrollo Social del Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial (MIVIOT), dijo que la casa fue rematada, porque la señora tenía más de ocho meses sin pagar la vivienda.
Informó que ella cuenta con una licencia con sueldo en el MIVIOT, en donde mensualmente le pagan 375 dólares, menos los descuentos.
Betancourth manifestó que le han presentado algunas opciones de lote en Arraiján, La Chorrera y en Río Abajo, pero Arce no acepta por considerar que el estado del lugar no es apto para su condición.
HUMILLACION
"Decía que era una escoria y que no me quería ver", dijo Olivia que, según Diovelis Batista, directora regional del MIVIOT le insultaba constantemente y la humillaba. En cambio, Batista se defendió alegando que jamás le ha faltado el respeto y que varias veces Arce se ha comportado de forma violenta en el trabajo y que se le dio la licencia, porque su estado de salud no le permitía laborar, no porque no la quisiera en las instalaciones.
SUFRIMIENTO
Los días pasan y pasan y la condición de Olivia se torna más grave; diariamente llora desconsoladamente por su situación. Sus hijos mayores la ayudan en lo que pueden, pero el dinero no alcanza.
Los perros la miran con tristeza, pues el hambre los aqueja, ella impotente mira a su alrededor y se percata de que no hay nada en la nevera. No obstante, admite que con suerte algunos días tiene leche y pocas libras de arroz.
GASTOS
Al mes se gasta más de 700 dólares en medicamentos. Algunos son donados.
A raíz del envenenamiento tiene pérdida de equilibro, su visión es más borrosa y debe usar pañales desechables.