Antonio Troya es todo un artista. (Foto: JESÚS SIMMONS / EPASA)
Jesús Simmons
| Chiriquí, DIAaDIA
Le duele que lo miren como un limosnero. Con apenas 35 años, a Antonio Troya los doctores le diagnosticaron pérdida de la vista poco a poco. Sin embargo, en vez de atribularse se llenó de optimismo.
Antes de sufrir este mal, trabajó por 13 años como rotulista en la Cooperariva Manuel A. Montes, ubicada en David, pero al quedar totalmente ciego, perdió su empleo.
Él se las ingenió, a tal punto que llegó a limpiar zapatos en la cooperativa por siete años. En tono jocoso expresó que le hacía bromas a sus clientes y les decía que "los zapatos son de todos los colores". Para distinguir el color de las latas de betún, les hacía una marca que podía distinguir y recordar. Es así como se ganó buenos reales hasta que la música llegó a su vida.
En este lapso apareció el profesor Alexis Ramírez, quien frecuentaba la Cooperativa, y le enseñó cinco canciones con la flauta, pero su amor por la música fue creciendo y en poco tiempo aprendió a ejecutar el arcodeón.
Posteriormente, inventó sus propios instrumentos con pedazos de lata. Fue así como creó la pandereta, una lata vacía es un repicador y adicional toca toda clase de música, desde una balada, hasta el famoso Mogollón.
Su discapacidad visual nunca ha sido un impedimento para alcanzar las metas que se ha propuesto en la vida, pues estando ciego se casó con una joven invidente. Junto a ella comparte gastos de agua, luz y teléfono. Curiosamente, enfatizó que termina de construir su casa.
Con una gran sonrisa, expresó que ahora que no ve es más famoso, pues ha recorrido todo el país tocando sus 10 instrumentos, por lo que fácilmente se le podría llamar "El hombre orquesta". Lo único que le pide a la gente es que lo sigan apoyando y que no lo miren como un limosnero, pues si él no toca, no podrá llevar el pan a su hogar.