Siempre he dicho que me gusta ver, escuchar y analizar lo que pasa a mi alrededor. Hace poco, mientras estaba en una cobertura en La Pintada, Coclé, un funcionario me dijo: "Amigo, ¿cómo se escribe bebé en inglés?".
Cuando vi su teléfono celular tenía escrito: "Beiby" y se lo corregí a "Baby", pero él se mostró dudoso y me dijo: "Tú vas a tener la culpa de que yo pierda a la mujer de mi vida". Eso me causó gracia, pero envió su "chat" y al rato recibió lo que yo denominé la llamada de la suerte.
Luego, aquel señor, que vestía todo de marca, con una apariencia de vaquero, se acercó con una sonrisa de oreja a oreja y expresó: "La conseguí. Esa es la mujer con la que me quiero casar". Y ya en confianza confesó que su primer hijo lo tuvo a los 17 años, cuando estudiaba en el IPT de La Pintada.
Como le presté atención y supo que era periodista me reveló: "Es más, mis dos últimos hijos son con una colega tuya". Quedé con un gran signo de interrogación, pues la curiosidad me mataba.
De todo eso me enteré, sin preguntar nada. Y así me han pasado muchas experiencias similares. Lo importante es que a veces se incurre en tantas decepciones que se pierde el valor de las cosas. Yo no sé si este señor habrá encontrado al amor de su vida, pero me alegró mucho saber que se estaba dando una oportunidad para organizar su entorno.