Tengo la certeza de que Dios escuchó mi plegaria.

Es cierto que no oí ni truenos, ni zarzas ardiendo, pero sentí el paso de Dios y su caricia, y brotó en mí confiada esperanza.

¿QUE LE PEDI PARA TI?

No la fama, sé que no te seduce; ni los aplausos del éxito, que no te deslumbran; ni la mágica fortuna, porque tú crees en la providencia. Le pedí de todo corazón, la salud, ese don precioso.

Supliqué pidiendo trabajo para ti y para todos los tuyos, ese trabajo que nos da la seguridad y nos confiere dignidad.

Y no olvidé implorar por la unión familiar, ese don de Dios.

Rogué al Padre para que te otorgue ojos mansos que acerquen y una sonrisa franca que contagie, manos servidoras, pies misioneros y un corazón, umbral de fraternidad, grande y generoso.

¿QUE MAS PODIA PEDIR PARA TI?

Que los pequeños, los pobres, los sufrientes, reciban la caricia de tu compañía, el beneficio de tu solidaridad y el consuelo; el consuelo de tu oración.

Que lo simple te resulte hermoso y lo sobrio, magnífico. Que ante la rutina sepas estrenar como nuevos cada día y cada cosa.

Que el silencio se transforme en música y diálogo interior la presencia y compañía. Que a Dios y al prójimo los sientas como parte de tu familia.

Hoy oré por ti. Querido amigo, querida amiga y deposité tu vida, tu persona y tu familia en los corazones de Jesús y María.