Si bien es cierto, el cigarrillo es uno de los vicios más fuertes de todos los tiempos, también lo es que causa más de un millón de muertes en todo el mundo, además de un sinfín de enfermedades.
Pese a que, actualmente, existen varias grupos que se esfuerzan en concienciar a la población para que conozca sobre las consecuencias que provoca el fumar, muchos siguen inmersos en este vicio.
Sin embargo, hay individuos que son ejemplos a seguir para muchos, que ven en ellos a una persona que les brinda seguridad. Son nada más y nada menos que los policías, esos hombres uniformados que nos encontramos en cada esquina salvaguardando la vida de los ciudadanos.
Pero para sorpresa mía, hace unos días, una compañera y yo nos llevamos una gran desilusión al observar que uno de estos sujetos estaba fumando en plena vía pública, bajo la mirada atónita de los personas que con rostro de sorpresa, igual que yo, miraban tan errónea acción.
Con esto no digo que porque un policía fumó durante el ejercicio de sus funciones, los otros lo hacen, pues lo que menos quiero es generalizar, pero considero que deben tener más cuidado con lo que hacen y dónde lo hacen.
Ellos son vistos por muchos, en especial los niños, como héroes que luchan contra los malvados maleantes que atacan la ciudad. Pero qué conducta puede tomar un pequeño al ver a su ídolo haciendo algo que, aunque no sea un delito, sí representa un comportamiento que atenta contra la vida de otros. Y sí, sí atenta contra la vida de los demás y explico por qué.
Como lo mencioné, el hecho de fumar un cigarrillo implica una gran responsabilidad, pues la persona que lo fuma está consiente de las repercusiones que conlleva para ella y para los que se encuentran cerca, que resultan igual o más afectados con el humo de este narcótico.
