Perder el control, alterarse y gritar son signos comunes de ira. Esta es una situación que se vive a diario y en todos los ámbitos; las personas explotan y, en ese especial momento de ira, sueltan los más ofensivos insultos, logrando así herir hasta al más fuerte. Y no es precisamente golpeando o castigando al otro, pues cuando se trata de lastimar, el poder de las palabras es una de las armas más efectivas que existen. Uno de los consejos más importantes que se recomiendan es no explotar o soltarse hablando al calor del momento, mucho menos si se está atravesando por una situación desagradable o crítica para la persona. Si es posible, salga del lugar, tome aire, o cuente hasta diez, antes de ofender o agredir a una persona. El hablar sin pensar, sobre todo en un momento de ira, a veces lastima tanto al interlocutor, que puede llegar a convertirse en el fin de una relación amorosa, de amistad, de padre-hijo o de hermanos.