Nació para enseñar. Realizó su vida satisfactoriamente como profesional y tuvo la dicha de poder jubilarse con las leyes especiales. Viéndose bendecida por esa acción de Dios, Virginia Ramírez de Evans, de 50 años, se propuso entregarle a la niñez parte de su tiempo.
Una de sus mayores inquietudes como maestra era lo que ocurría con los niños hospitalizados que interrumpían sus estudios. Esta curiosidad la llevó hasta el Hospital del Niño y se integró al Cuerpo de Damas Voluntarias. A la fecha, tiene cuatro años de estar enseñando de corazón.
Inició impartiendo clases de cama en cama a cada niño, y así recorría todas las salas del nosocomio con la intención de que ellos tuvieran una terapia ocupacional que los motivara, que les permitiera, dentro de sus posibilidades, a no suspender sus clases, comentó.
Dijo que en algunas ocasiones se ha contactado con los maestros de los niños internos. No así con los niños que viven lejos y a los que su enfermedad no se los permite.
No obstante, trata de mantenerles una mente activa, su espíritu en alto, una fe de que cada día pueden ser mejor y que, aunque estén en el hospital, vean que hay un tiempo para cada cosa, explicó.
Es educadora de profesión y por eso siente ese deseo de compartir con ellos. En un principio decía que asistiría a dar clases dos veces a la semana. "Pensaba que venía a darles algo de mí; sin embargo, son ellos los que me han llenado, tanto que vengo todos los días de 8:00 a.m. a 12:00 p.m", expresó.
Doña Virginia acotó que ha recibido todo el apoyo de su familia al andar en estas labores. Al llegar a su casa comparte con ellos esas maravillosas experiencias diarias. Juntos han comprendido que la vida tiene muchas cosas que desconocen y hay que aprender a valorarlas cada día. Esto les ha permitido ver que no son ricos, sino que son millonarios, pues gozan de salud, una base espiritual.
Recalcó que en la vida no sólo hay que recibir, sino también dar, puesto que llena de alegría, como la que da Jesús.
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