La inseguridad se ha apoderado de los pescadores. (Foto: José Sáenz y Erick Barrios / EPASA)
Milagros Murillo F.
| DIAaDIA
El mar es su mejor amigo, pero también el más peligroso. El sol estaba en su apogeo cuando a lo lejos se veía una panga llegar a Playa Leona de La Chorrera. Allí venían tres cansados hombres después de estar dos días fuera de casa.
Uno de ellos era el señor Nicolás Rivera, quien contó que regresaban del lugar conocido como Petibre, cerca de Darién, y con suerte consiguieron pescar unas 150 libras de camarones y 30 de almejas.
Ser pescador no es nada fácil, pues cuando están en altamar deben competir con las inclemencias del tiempo y con la mala suerte de no conseguir nada y regresar con las manos vacías. "Allá nos quedamos, tenemos que aguantar los aguaceros de noche y de día, todo para tratar de sobrevivir", expresó. Y no es para menos, porque los pescadores están expuestos hasta a que un rayo los fulmine.
También deben tomar en cuenta cuando hay tiempo de veda y escasez. Es allí cuando deben ingeniárselas para conseguir otros productos marinos.
Son tres hijos que Rivera debe mantener, todos menores de edad. Y como es la tradición en el lugar, a él quien le enseñó a pescar fue su padre y está seguro que hará lo mismo con sus pequeños.
Los trabajadores del mar se embarcan un día y como tienen que sacar el gasto del viaje, más las ganancias, les toma de dos a tres días regresar. Además, no siempre consiguen pescar cerca de la playa, por lo que, generalmente, se van hasta el lugar conocido como La Maestra, en Darién.
Cuando cae la noche los trasmallos se convierten en cama. Y durante el día se alimentan ya sea de lo que hayan pescado o de algunas provisiones que llevan de casa.
Rivera relató que la cantidad de personas por panga depende de lo que van a pescar, pues si van a coger camarones, dos personas son suficientes, pero si la pesca es mayor, hasta cinco van en el viaje.
Cuando traen la mercancía, lo primero que deben hacer es sacar los gastos. Si es un día puede ser entre 20 a 30 dólares y si son de dos a tres, se requiere una inversión de al menos 50 dólares.
La mercancía se la venden a personas del lugar que los revenden. "Esto es como la lotería, a veces se gana, a veces no", expresó.
Una de esas personas que compra los camarones, pescados y demás productos sacados del mar es José Castillo, quien también vive en la playa.
Cuando llegamos a su casa acababa de comprar a los pescadores las más de 100 libras de camarones a un dólar la libra y lo revenderá a 1.25. Él también muchas veces le hace los préstamos a los pescadores para que puedan comprar combustible.
Comunicó que hay ocasiones en que los tiempos son tan malos que los pescadores no sacan ni siquiera el dinero que invirtieron.
PIRATAS
A pesar de todas las penurias por las que deben pasar en altamar, estos hombres y adolescentes se han acostumbrado. Y no es para menos, pues la pesca es su medio de subsistencia, pero ahora, un nuevo peligro se ha sumado y es que son víctimas de los "piratas".
LOS ROBOS EN ALTA MAR
Fidel Gutiérrez sólo cuenta con 18 años y aunque no tenía la necesidad se hacerlo, se convirtió en pescador desde que era un niño. Sin embargo, hace dos meses se retiró.
"Yo me puse a analizar que si no podía seguir haciendo mi trabajo en paz, mejor es conseguir otra cosa". Y es que él, al igual que muchos de los pescadores, fue víctima de los piratas.
Estos no son más que delincuentes que, al notar que el negocio de la pesca era rentable, decidieron empezar a atacar a las pangas y robarse la mercancía.
Supuestamente, son hombres del área de Boca La Caja que ven a los pescadores como un blanco fácil, porque no están armados.
MALAS EXPERIENCIAS
El joven contó que estos casos han sido numerosos. Recordó que para enero de este año, viajaba junto a Rigoberto Pérez (un joven pescador de 18 años que, junto a su hermano, murió a manos de policías el 19 de mayo, cuando regresaba de pescar. Supuestamente, los confundieron con narcotraficantes), y otros muchachos de Playa Leona, cuando en la noche se le acercaron los delincuentes que estaban bajo los efectos de las drogas, pero al percatarse que los superaban en cantidad decidieron alejarse.
"Ellos están utilizando armas más fuertes y métodos más crueles para someternos y que les entreguemos nuestras pescas y no es justo que pasemos dificultades para pescar y ellos vengan a robarnos", relató el joven, quien estaba recostado de la panga "Si Dios conmigo, quién contra mí", que comandaba y que ahora no sabe si volverá a utilizar.
PIDEN RESPALDO
Gabriel Caballero es el presidente de la Asociación de Pescadores de Puerto Caimito y denunció que los pescadores artesanales no tienen ningún tipo de protección de las autoridades.
Aseveró que ellos no cuentan con permiso para portar armas y sus equipos son valiosos, desde los motores hasta las redes.
"Nosotros siempre hemos sido víctimas de ataques. Nos quitan los motores y aunque siempre nos hemos quejado, nunca nos han apoyado", aseguró. Es por eso que si las situación no mejora, los trabajadores no descartan organizar hasta cierres de calles si es posible en busca de más seguirdad.
Cuentan los afectados que los "piratas" llegan y los encañonan y si se resisten no dudan en dispararles. Los ataques se dan en cualquier lugar, destacaron.
"Queremos que al pescador artesanal se le atienda como debe ser, un hombre que trabaja en el mar y que aporta a la República de Panamá con su producto", sentenció.
TRABAJADORES DEL MAR
La Asociación de Pescadores de Puerto Caimito de La Chorrera cuenta con 32 miembros; sin embargo, ellos trabajan con más de mil pescadores con 600 pangas de sectores como Playa Leona, Bique, Veracruz y El Espavé.