Ya empezó. Los comerciantes de víveres y los productores empezaron a subir sus precios, debido al alto costo del combustible.
Como se esperaba, la comida está cada vez más cara, sin que nadie haga nada por hacer más llevadera la situación.
Como en Panamá no existe control de precios, cada cual hace lo que le da la gana, menos el consumidor, que no está organizado debidamente y tiene que soportar los vaivenes de los precios.
Como el precio del combustible es a nivel internacional, la excusa es perfecta para cruzarse de brazos y traspasar a los consumidores todos los aumentos. Siendo así, los comerciantes y productores grandes se quedan con las ganancias, y los pobres con la soga al cuello.
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