Cuando en un país no hay un norte definido y un pueblo que, conjuntamente con el Gobierno, trabajen en una misma dirección, la catástrofe es inminente. Eso es lo que está sucediendo en Panamá, donde las reformas a la Caja de Seguro Social son un ejemplo de que nadie parece pensar en la necesidad de salvar la institución más importante del país, generadora de riquezas colaterales, salvaguarda de la salud de la población y de la seguridad económica de los adultos mayores.
Es obvio que nadie quiere hacer sacrificios, ni el Gobierno con su apuro inexplicable, ni los trabajadores con su célebre "no a todo", ni los políticos con su ya conocido y harto demostrado interés partidista.
El que esté libre de culpa, que tire la primera piedra.
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