Hace algunos años, los estadounidenses de América del Norte propusieron varias modificaciones al reglamento del fútbol internacional. Una de ellas pretendía cambiar el formato de los tiros penales. La propuesta sustentaba que el balón, el portero y el ejecutante del tiro estarían ubicados donde tradicionalmente siempre han estado; pero ambos jugadores, después del pitazo del árbitro, deberían abalanzarse sobre el esférico y ganarlo en buena lid. Una especie de ordalía plena de justicia, que al igualar las oportunidades de los enfrentados, exacerbaba la competencia. Pero el resto del mundo (o sea la FIFA) no aceptó. Uno de los argumentos fue que el juego perdería apasionamiento con tales innovaciones. ¿Podría ser cierta tal pérdida?
Lo cierto es que quedó en evidencia que, a pesar de la globalización neoliberal, el estilo americano de vida tuvo un heroico o lamentable escollo en su imposición mundial. Es más, tal estilo está sumando a su haber el estilo del resto del mundo. ¿Será signo de auténtica mundialización?
El imaginario transmitido por Hollywood, aquel que predica la igualdad de oportunidades y promulga los finales felices, parece contraponerse a la práctica del fútbol. No es el equipo que realiza el juego más lucido ni el que tira más veces al marco y mucho menos el mejor uniformado quien se lleva el triunfo, es el equipo que mete los goles.
No hay espacio para lástimas y lamentos. Quien no hace goles, los verá caer en su portería. Así parece que es la vida diaria. Quien no se le declara a la mujer que ama, verá cómo su amigo lo hace; quien no sale a tiempo a la entrevista del trabajo soñado, verá a su vecino regresar con la noticia de su nuevo empleo. También se evidencia en lo cotidiano de los gobiernos. El estado que no defiende a sus ciudadanos, verá cómo los atropellan.
Creo que en el fútbol, la posibilidad de que el ejecutante falle el tiro y que el portero se lance al aire, extienda sus brazos y atrape el balón, resume la exaltación universal del deporte. Parece una vital aspiración. El fútbol es pasión del mundo, ¿será porque no es justo? ¿Y quién dijo que la vida es justa?
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