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Juego de supervivencia

Vielka Cádiz Franco | DIAaDIA

Fichar con algún club del extranjero y llegar a ser grande es el sueño de todo futbolista panameño. Lograrlo no es fácil, pero mucho menos lo es consolidarse. Sobre todo cuando se está solo, se es joven, no se cuentan con algunas facilidades y no se saben hacer muchas cosas. En la mayoría de las ocasiones, los sacrificios que hay que hacer son grandes y se requiere mucho esfuerzo, fuerza de voluntad y extrema dedicación. Pero... ¿qué situaciones se esconden detrás de esta lucha por alcanzar el éxito?

DIAaDIA conversó hace unos días con el legionario futbolista Gabriel Torres, y una historia de supervivencia fue la que surgió en medio del diálogo con este delantero del club La Equidad.

Hola Gabriel. ¿Cómo estás?
Gracias a Dios bien, aquí viendo televisión para distraerme un poco.

¿Dónde vives, en casa o apartamento?
En apartamento que comparto con Román. Él está en el otro cuarto, debe estar jugando Play Station 3. En eso nos entretenemos o, si no, oímos música o vemos películas.

¿Y quién les cocina?
Aquí inventamos los dos.

¿Ustedes sabían cocinar o tuvieron que aprender ahora que están por allá?
Al inicio se nos hizo un poco difícil, pero aprendimos llamando a Panamá a nuestras mamás. Ya nos defendemos un poco. Román más que yo. Él cocina muy bien, a mí me falta, pero ahí vamos.

¿Cómo te sientes de hacer algo a lo que antes no estabas acostumbrado?
Bueno, esos son sacrificios que se tienen que hacer cuando se tienen objetivos y metas en la vida. Hay que aprender a desenvolverse y a hacer de todo un poquito, para poder sobrevivir.

Pero, ¿qué cocinan?
Cocinamos arroz, papa, puré, carne y pollo. Es lo que más sabemos hacer y eso es lo que generalmente comemos. Ahora mismo vamos a disfrutar un plato de puré con pollo.

De esta forma, el "Fantasma" Gabriel Torres se despidió, pues se disponía a degustar uno de los platos preparados por él y Román. Mientras ellos cenaban en la fría Bogotá, en su humilde hogar en el barrio Concepción en Juan Díaz, su madre Edith confirmó que un día Gabriel la llamó para preguntarle cómo se hacía un arroz. Fue entonces cuando ella le explicó que primero tenía que expurgarlo, después lavarlo, poner el agua a calentar y luego cocinarlo. Para medir que estuviera bien, tenía que poner el cucharón en el medio y si éste se caía, estaba bien; si no, le faltaba agua.

En otra ocasión en que quiso hacer unos espaguetis, la señora lo mandó a que los tirara sobre la pared y le dijo que si se caían le faltaba cocimiento; si no, ya estaban listos para ser colados y preparados.

Tras dar estas explicaciones y, un tanto inquieta por no haberle enseñado a su hijo labores tan importantes en la vida, la señora Edith manifestó: "Yo soy la culpable. Eso me duele, porque nunca lo puse a hacer nada. A veces me siento mal y culpable de que él no sepa hacer nada", indicó.

CONFESION

Antes, Gabriel no sabía ni siquiera prender una estufa ni hacer un huevo, porque su madre todo se lo hacía.





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