Verdaderos ejemplos. Hoy DIAaDIA les presenta la segunda entrega de las peripecias que viven los educadores en las áreas de difícil acceso.
Después de dos días de camino, en donde "Culón", o sea, el caballo, por poco no cumple la misión que se le había encomendado, ¡al fin llegamos a la escuela!
A su arribo, la pareja de docentes, Lisseth y Michael, fue recibida por los niños y niñas de la comunidad, que no podían ocultar la alegría que los embargaba.
Tanta celebración no era en vano, pues los maestros llevaban varios días fuera de la comunidad, pues la esposa de Michael, se había enfermado, lo que ocasionó que fuera trasladada de urgencia al centro de salud de Llano Ñopo.
Por lo delicado de su estado el educador gastó B/30.00 para transporarla hasta el centro médico, ya que tuvo que utilizar dos caballos para salir de la montaña.
Esta es una de las tantas vicisitudes que a diario vive un gran número de maestros en las áreas de difícil acceso, donde lo único positivo es la vocación que demuestran por su labor, representada en la sonrisa de los niños.
HOGAR DULCE HOGAR
Al entrar a la casa donde viven los docentes, se nota lo curioso que son con sus pertenencias, porque, a pesar de ser muy modesta, todo está pulcro y ordenado.
Como en la comarca Ngöbe Buglé nada es gratis, pagan mensualmente B/. 40.00 por la casa que ocupan. Adicionalmente, en muchas ocasiones asumen una que otra modificación necesaria en el inmueble, ya que es la única forma de estar más o menos cómodos.
Una vez en el hogar, y al contrario de su esposa, quien se dio un baño y se fue a descansar, Michael puso a cocinar en el fogón unos porotos que había llevado de San Andrés, Chiriquí.
Con mucho orgullo comentó que su tierra era un área "porotera", por lo que a él le fascinaba mucho ese grano y sería muy feliz si pudiera comerlo todos los días.
Por estar la "residencia" ubicada en un valle, rodeado de montañas, no cuenta con energía eléctrica, por lo que la única comunicación con el mundo exterior es un radio de baterías.
Por si fueran pocas las penurias, la ropa hay que lavarla en una quebrada cerca de la casa, ya que la mayoría del tiempo no sale agua del grifo, pues el acueducto rural no es muy eficiente.
Ante tantas carencias y al no poder estar todos los días con su hija Michelle, de solo tres meses, Michael aprendió a valorar las pocas cosas que Dios le ha dado en la vida.
Él se siente agradecido porque al menos cuentan con un trabajo y reconoce que son la única esperanza de superación que tienen los niños de la comarca.
TRISTE REALIDAD
Aunque parezca insólito, en pleno siglo 21, en donde los avances tecnológicos son el pan nuestro de cada día, en la Escuela Alto Loro los niños reciben sus clases en "tucos" de madera.
Para colmo observamos que un aula es de bloques. Las otras cuatro son de cañazillas y hojas de zinc, que fueron construidas por los propios educadores.
Es tal su vocación que las tablas para hacer las repisas para que los estudiantes tuvieran donde escribir las compraron a 0.40 centésimos el metro cuadrado.
En total, en un solo salón, la maestra Encarnación Bernal, quien también trabaja en el plantel, se gastó B/. 25.20 en las tablas y, como si fuera poco, los clavos para hacer las aulas de caña blanca también salieron de su bolsillo.
Esta operación la hacen todos los años cuando se inicia un nuevo periodo escolar, porque la madera se pudre y se llena de comején.
A pesar de que los diminutos salones de caña blanca no tienen pupitre, tampoco un buen tablero y ni siquiera una silla donde la maestra pueda sentarse, no es impedimento para que ellos enseñen y los chicos aprendan.
Ni el piso de tierra ni el agua que entra cuando llueve son obstáculos para que los pequeños dejen de asistir un día a recibir enseñanzas. Ellos saben que tal vez esa sea la única oportunidad que tienen en sus vidas para salir de la pobreza en que viven.
SILLAS
La Escuela de Alto Loro recibió 100 sillas, seis tableros y tres pupitres de parte del Ministerio de Educación, mobiliario guardado en Viguí, donde se abordan las "chivas". Los maestros estudian cómo harán para trasladar todo esto a la escuela, pues la única forma de llegar es caminando 10 horas.