No existe más maravillosa experiencia para el ser humano que conocer a su creador de forma íntima y personal. Para el rey David nuestra capacidad de raciocinio es completamente limitada cuando de conocer y comprender a Dios se trata: "Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; ¡alto es, no lo puedo comprender!", escribió en el Salmo 139:6.
Ser religioso o formar parte de una religión no es lo mismo que conocer a Dios. Conocer a Dios trae una transformación completa en nuestras vidas. La presencia de su Espíritu Santo dentro nuestro no es una experiencia emocional y temporal, -cuando es real- cambia nuestra cosmovisión, es decir, nuestra forma de ver la vida y de vernos a nosotros mismos.
Pablo, el apóstol y escritor de gran parte del Nuevo Testamento, fue un hombre cuya vida fue transformada durante un viaje de Jerusalén a Damasco. El Dr. Lucas (autor del evangelio de San Lucas) relata el momento en que la vida de Pablo da ese giro de 180 grados, los lectores pueden encontrarlo en el libro de Hechos capítulo 9.
Sus prioridades cambiaron, sus motivaciones, su plan de vida, todo cobró nueva forma en la vida de Pablo. Hoy ese cambio completo, real, casi inexplicable, que ocurre dentro del ser humano está a tu alcance.
Jesús afirmó: "Yo soy el camino, la verdad y la vida nadie llega al Padre sino por mí. Si ustedes realmente me conocieran, conocerían también a mi Padre. Juan 14: 6-7.
Abre tu corazón y pídele a Jesús que entre en tu vida, que tú deseas conocerlo y que Él te transforme y haga su voluntad en ti. Al hacerlo comprobarás por qué a esa experiencia sobrenatural Jesucristo la denominó: "Nacer de nuevo".