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Sueños y alegrías de la niñez darienita
Estos pequeños se muestran felices con lo poco que tienen. Algo de su propia creatividad. (Foto: HERMES GONZÁLEZ /EPASA)

Odalis Orozco | Darién, DIAaDIA

Entre juegos, risas y estudio transcurre el día de los niños en la Comarca Emberá. No hay tiempo para tristeza, ellos son felices con lo que tienen. DIAaDIA estuvo en varias comunidades de esta región indígena y observó que ellos fabrican sus juguetes reciclando. Por ejemplo, para armar sus carritos, utilizan las botellas plásticas de las sodas, de los aceites para las lanchas y las tapas de esas botellas hacen la función de las ruedas.

SON MUY ORIGINALES

En su inocencia, aquellos niños transforman sus juegos en lo que observan habitualmente en sus comunidades. Tal es el caso de la extracción de madera, piedras y arena. Eso es lo que ven, así es que eso es lo que imitan, razón por la cual se observa a estos pequeños halando camiones de los ríos cargados supuestamente de material para generar dinero.

El júbilo de estos pequeños es contagiante, ya que a cada uno se le nota orgulloso de pasear sus camiones por el pueblo y cuidan el suyo como si fuese el carro más lujoso sacado de la juguetería.

SUPERINTREPIDOS

Mientras muchos niños en la ciudad lloran por levantarse e ir a la escuela, los niños de Darién, aunque no haya salido el sol, a las 6: 00 a.m. están bañándose en el río y preparándose para ir a la escuela.

No importa lo fría que pueda estar el agua, pero se sacrifican, pues sus maestros les han inculcado lo importante que es prepararse.

Obviamente tienen sus limitaciones, pero al menos pueden terminar sus estudios primarios, por lo que leer y escribir serán dos pilares fundamentales para el resto de sus vidas. No hay otra opción.

EL LADO BUENO DE LAS COSAS

Las escuelas no tienen la cantidad de profesores que necesitan, las estructuras adecuadas ni los implementos necesarios, pero eso no los limita, ya que aprovechan lo que tienen.

Lorena, una niña de ocho años, que cuando DIAaDIA le preguntó qué profesión elegiría para su futuro, confesó su realidad. Algo resignada y con pena, manifestó que ella solo llegaría hasta sexto grado, porque en las comunidades dentro de la comarca las escuelas solo se puede cursar hasta el primer año.

ADMITEN SU REALIDAD

Esta niña es consciente de que los centros escolares donde puede continuar sus estudios están lejos de su comarca. A ella le gustaría ser médica o enfermera para curar a los miembros de su comunidad en Marragantí. También sueña con ser maestra para enseñar a otros niños, pero su padre tristemente le advirtió: ¿Para qué hacer el primer año, si no podrá avanzar?

"NO ME QUIERO ESTANCAR"

Frente a esta situación, Lorena y el resto de las niñas de la comarca saben que les tocará hacer las labores habituales del hogar como lavar en el río, cuidar a los niños, atender al esposo y pilar el arroz para comer.

"Yo quiero seguir estudiando, pero papá no tiene dinero. Aquí, cuando se llega a ser muchacha, de una vez se casa y se es mamá. Y se quedan [las niñas] allí en la casa...", según Lorena, quien sabe que su padre no puede costear sus estudios en Yaviza, que es el pueblo más cercano donde podría seguir preparándose o en la capital.

Por su parte, a los niños les corresponderá ir al campo a sembrar y cazar.

UNA ALEGRIA PARA VIVIR

Estos niños darienitas no saben qué existe más allá del río Tuqueza, nada más lo que les ofrecen los pocos libros que tienen y una televisión comunitaria en Nuevo Vigía, que les transmite los programas de las televisoras locales o las películas que alquilan. Ese "lujo" es solo una vez a la semana y en horas de la noche cuando se enciende la planta.

MAS ALLá DE ESA PANTALLA

En otras comunidades los niños no tienen el beneficio de la televisión; solo unos cuantos cuentan con ese aparato que a los de la ciudad los cautiva y a ellos los lleva a conocer un mundo nunca visto.

Para estos niños es una bendición cuando llega la ayuda de fundaciones como Pro Niños del Darién, que fundó Rómulo Emiliani. Por este medio, estos niños reciben los obsequios que les llegan hasta el último rincón.

GRAN BENDICION

DIAaDIA lo pudo corroborar el día que visitó Bajo Chiquito. En ese momento, a los pequeños del pueblo les llegaron regalos escolares y se pudo percibir la alegría en cada uno de ellos.

CADA REGALO TENIA SU NOMBRE.

Los cuadernos y lápices eran de la mejor calidad. Para los maestros de cada pueblo es un secreto a voces que cuando estos alumnos toman en sus manos esos útiles escolares, no los quieren abrir para que no se maltrate su mayor tesoro.





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