Salió del bajo mundo. Edwin Gómez tiene apenas 30 años, pero lo que ha vivido le da de más. Recorriendo las calles de Curundú contó cómo este barrio que lo vio nacer, fue escenario de los asaltos y robos que hizo en su adolescencia.

A los 11 años su padre abandonó el hogar de seis hermanos, hecho que lo marcó, ya que el dolor que sentía al ver a su madre salir a barrer y planchar para poder mantenerlos, lo empujó a tomar malas caminos.

Su primer asalto fue a los 14 años y recordó que fue un collar de oro. Su especialidad eran las prendas, que se las daba a alguien mayor para que las empeñara y le daba dinero para llevarlo a casa. Con el pasar del tiempo robaba depósitos, carros y todo lo que veía a su paso. A sus 23 años, junto a otros "compinches", asaltó, con pistola en mano, a un empresario a la altura del Puente de las Américas. Pese a que la víctima amenazó con un arma, logró escapar, pero un retén los agarró en Avenida Ancón y le decomisaron los 28 mil dólares del ilícito. Por este hecho lo condenaron a cinco años en La Joyita y fue entonces que conoció a Dios. Hoy vuelve a pasar por la barraca "La Porqueriza", pero sin esconderse y sin huir de los policías, pues da mensajes a los jóvenes para que logren salir adelante como él.

La pastora Digna de Estrada explicó que 12 iglesias evangélicas, provenientes de barrios populares, recorren los barrios como parte de un proyecto de rescate a la juventud. Han logrado integrar a 12 pandilleros, que a igual que Edwin, quieren cambiar. Ayer, caminaron Curundú y desean ir a Santa Ana y El Chorrillo.

FALTA DE APOYO

Edwin confesó que cuando no encuentras apoyo en tu hogar, lo buscas en la calle.