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Es un ejemplo de perseverancia
Sueña con desempeñarse como todo un profesional. (Foto: Arnoldo Zeballos / EPASA)

Dayana Rivas | DIAaDIA

Agua y velocidad no combinan bien. Sesos en el pavimento, un niño que era dado por muerto y otros bastante golpeados, fue el resultado de una triple colisión ocurrida el lunes 2 de octubre de 1995.

"Trauma craneoencefálico severo, con exposición de la masa encefálica decía el reporte médico", contó Joel Alexander Carrión, hoy con 24 años. Él fue ese mismo niño que estuvo tirado en la calle, casi sin signos vitales, hace 15 años.

CASI

Su vida cambió esa tarde lluviosa, en la que el transporte que lo fue a buscar para llevarlo de regreso a casa, luego de salir de clases, chocó contra un bus diablo rojo, dio varias vueltas, que lo llevó hacia un camión que llevaba materiales de construcción, y por último lo recibió un poste.

El cuerpo de Joel se salió del vehículo debido al impacto. Aunque todos estaban bastante golpeados, él era el único que presentaba heridas de gravedad. Los espectadores lo creían muerto, pero una mujer decidió asegurarse, lo tocó y pudo sentir que tenía pulso.

Como caídos del cielo, una enfermera y unos paramédicos que pasaban por Plaza Carolina -sitio del accidente- le dieron los primeros auxilios.

INCERTIDUMBRE

Su madre, como todos los días, desde que estaba desempleada, lo esperaba en casa. La angustia la embargaba. Aún no sabía lo que ocurría. El teléfono timbró y le dijeron que llamara a la escuela, lo que aumentó su desesperación.

La voz que hablaba desde la escuela sólo le dijo que debía ir allá, ya en el plantel se limitaron a llevarla al hospital. Denia Carrión contó que estaba a punto de estallar, sabía que algo había ocurrido, pero desconocía la magnitud de la noticia.

A su llegada al nosocomio, una doctora la recibió. Un torrente de términos extraños empezaron a salir de la boca de esa mujer, la señora Carrión sólo entendió la última frase: "Sus signos vitales son débiles, su hijo quizás no soporte la operación".

VOLVER A NACER

Esa intervención quirúrgica, en la que los médicos tenían pocas expectativas, duró aproximadamente cinco horas. En ella le quitaron parte de la masa encefálica. El médico de la Sala de Cuidados Intensivos le informó a la madre que su pequeño estaba en coma, estado en el que duró quince días.

Lo volvieron a operar para sacarle más masa encefálica, ya que las heridas en la cabeza se habían llenado de pus. Y había perdido un tercio de ella.

Denia se tuvo que llenar de fortaleza. A Joel, quien en ese tiempo tenía 9 años y cursaba el cuarto grado, luego de las intervenciones, los médicos le pronosticaron una edad mental de uno a tres meses, no recordaba quién era, no veía mucho, no hablaba y sus extremidades estaban torcidas. Los especialistas le dijeron que -siendo optimistas- el niño podría recuperarse en un 60%, a largo plazo.

UNA LUCHA POR MEJORAR

Terapias diarias se adueñaron de la rutina de madre e hijo. El antiguo Centro de Rehabilitación para Impedidos (CRI), ahora Instituto Nacional de Medicina Física y de Rehabilitación, fue el sitio más visitado por ellos.

La madre de Joel no se cansaba de buscar mejores opciones. Escuchó de la terapia de oxígeno, y no descansó hasta lograr que pudiera hacer que su hijo la recibiera.

Denia Carrión sostiene que la falta de empleo, por ende de dinero, no fue una razón para limitar las posibilidades de rehabilitación de su ser amado. No le dio pena pedir, tuvo que tocar muchas puertas.

Poco a poco, Joel fue recuperando parte de las acciones de su cuerpo. A los tres meses del accidente, ya veía y hablaba mejor, por lo que fue admitido en el Instituto Panameño de Habilitación Especial (IPHE), en el programa de parálisis cerebral, en el nivel más bajo.

REBASO SUS OBSTACULOS

En un año, el niño venció los pronósticos médicos. Su recuperación académica fue más rápida de la esperada por maestros y psicólogos; recomendaron reintegrarlo a una escuela regular.

Joel volvió a la Escuela Belisario Porras, iba en silla de ruedas a clases. El joven relató que aunque hubo chicos y personas adultas que lo trataban muy mal, tuvo la dicha de verse rodeado de seres buenos que lo apoyaron.

Cuando era adolescente, empezó a usar muletas. Luego se presentó la oportunidad de mejorar su caminar y fue llevado a los Estados Unidos para someterse a una serie de operaciones y estiramiento de sus extremidades.

Estudiar representó un gran reto, desde el transporte que debía abordar para llegar a clases, hasta las miradas de quienes pasaban a su lado, fueron parte de los obstáculos que tuvo que saltar en esa carrera que todavía corre.

Aquel niño que, según los médicos, sólo se recuperaría un 60%, culminó su bachillerato e ingresó a la universidad, donde recibió el título de Licenciado en Publicidad y Mercadeo con énfasis en Diseño Gráfico.

QUIERE DAR SU APORTE

Este joven lleno de ilusiones, quien todavía continúa recibiendo terapias físicas, tiene mucho apego por la música y aprendió por su propia cuenta para ser barítono.

Pese a que ha ido a diversas empresas a buscar empleo, todavía no logra conseguir alguno. Por momentos se siente triste porque luego de tanto luchar para poder ser un profesional no ve la hora en la que pueda integrarse a la masa laboral del país.

Joel anhela poder ayudar a otras personas a ver la vida con optimismo, a buscar esa fuerza de la que se han tenido que llenar él y su madre para poder vencer las adversidades que se cruzan en su andar. Él sólo pide a un empresario que le dé la oportunidad.





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