Un futuro incierto amenaza con acabar la alegría de cinco niños, que alegremente juegan sin saber que pronto probarán las mieles amargas de la vida. Cuatro planchas de plywood teñidas de blanco, unas cuantas hojas zinc como techo, otra como puerta, la tierra viva como piso, forman su humilde e improvisada morada.
Daira, de 4 meses, Estrella Paola, de 2 años, José Antonio de 4, David de 6 y Kevin, de 1 año, son los protagonistas de una historia llena de pobreza, limitaciones y necesidades.
Elidia García, de 33 años, procedente de La Palma de Veraguas, es la madre de los primeros cuatro infantes y abuela del último. Pero en esta estrecha casa, ubicada en Altos de la Torre, sector El Manantial, en San Miguelito, viven los dos hijos mayores de Elidia, Juan Pablo, de 22 años, el único sustento del hogar, y Rebeca, de 16, madre de Kevin, quien recientemente se quedó sin empleo.
NOS FALTA
Por dentro, es poco lo que hay; las camas no existen, todos duermen en el suelo, una hamaca es la cuna de la bebé, una pequeña estufa es su aliada, donde hace las cremas de los niños que, a veces, es su único alimento. No tiene baños ni servicios, el agua la buscan en cubos desde muy lejos. David tiene dos semanas que no va a la escuela, está resfriado y no hay plata para llevarlo al centro de salud.
Hace dos años llegaron al lugar buscando un mejor futuro, pero como son invasores, el dueño está reclamando sus tierras para seguir con la construcción de la barriada. El número 639 pintado con azul en la madera, empeora su situación. Posiblemente deban salir, sin tener para donde.
ESPERANZA
Juan Pablo vende helados de pipa en la calle, para mantener a la familia en la que hay niños en edad lactante.
|