"No me meteré bajo la tierra si alguien me dice que la muerte se acerca y no me dejaré morir cuando vaya a la tumba mi frente estará levantada". Bob Dylan
No hay forma de jugarle vivo a la vida. Aún así siempre buscamos tener más ganancias con menos inversión. La causa es sencilla: el tiempo. No podemos vivir fuera del tiempo, pero vivimos queriendo ganarle. Y es que a lo largo del tiempo, nuestras vidas cambian y aunque tratamos de participar en dichos cambios, no siempre nos es fácil entender a la inevitable transformación. Pero hay que hacerlo.
No hay forma de cambiar el curso del tiempo. Una vez comprendamos que se no puede inventar el tiempo, trataremos de hacer con el que tenemos lo más que pueda. Porque ser rico significa comprender que disponer convenientemente del tiempo es vivir como rico.
Cuando somos jóvenes, nos comportamos como portadores de cantidades extraordinarias e ilimitadas de tiempo, somos los más perfectos derrochadores del mismo. Con los años y los golpes, sobre todo aquellos que significan pérdidas de oportunidades, nos vamos percatando de que somos mortales. No vivimos en el Olimpo, no somos dioses inmortales a los cuales muy poco podría importarles dormir siestas de varios siglos. Vivimos en sociedades de mortales, donde cada día perdido es un día menos; veinticuatro horas que se fueron para no regresar.
Pero, ¿saben que cosa sí es triste? Ver gente adulta pensando aún que no importa perder el tiempo. ¿Y saben que sí es una verdadera tragedia? Distinguir a uno de esos adultos pierde tiempo al vernos en el espejo. Entonces, ¿qué hacer? Supongo que el problema no se trata de usar o no reloj, me parece que hay que responder la siguiente pregunta: ¿Cuánto vale mi vida? ¿Puedo seguir perdiéndola?