HOJAS SUELTAS
Esos celos

Eduardo Soto | DIAaDIA

Tengo una sobrina a la que le encanta clavarle las uñas en el brazo a su marido, y lo hace con usura, con esa rabiecita que le induce a pelar los dientes cual pantera, que la despeluca, y provoca que le tiemble la voz cada vez que le dice a él (con las garras hundidas hasta el fondo): "te vi... la estabas mirando... deja la coquetería... perro inmundo... te viii, malditooo!

Los celos son así. Azul oscuro. Hasta la persona más calmada, esa que es como brisa fresca de la tarde, pierde los estribos y es capaz incluso de matar. Para justificar su rabia, dicen que al otro se le ve la perrería en los ojos, y aseguran que se dan cuenta cuando su pareja está pensando en otra o en otro, porque pueden detectar los cambios en el ritmo respiratorio, en los latidos del corazón. Y entonces vienen las preguntas esas: "¿En qué estás pensando?" El otro contesta: "En nada, estoy viendo televisión". Y ella o él vuelven con su andanada: "Y entonces por qué pestañeas así... eso es raro". Las explicaciones sobran, pero para no pelear, ella o él dan detalles: "No estoy pestañeando, sólo veo televisión". Pero el celoso no entiende de razones y se le va encima: "Me estás mintiendo, desgraciado. Mira que no te perdono otra (aquí es cuando le clava las uñas), ya está bueno de tus andanzas... sé que estás pensando en alguna de tus perras (¡zas! ¡zas! las uñas en el cuello)... y se forma un peleón de padre y señor nuestro que la mayoría de las veces termina con sangre y ojos morados.

Lo extraño de todo esto es que el celoso (y sobretodo la celosa) dice que es así porque ama, porque su amor es tormentoso y fuerte como un tifón de la China, que se traduce en odios infernales únicamente cuando se sabe herido. Dicen que si el otro no cela es porque no te quiere, que es un frío, un desinteresado, no te ama, y un día te llama por teléfono para decirte "terminamos", y te dan ganas de matarlo, y hasta lo planeas, y por eso desde ese momento llevas un puñal (un martillo, una pistola o cualquier herramienta que pueda partir la crisma) en la cartera.

He escuchado que los celos son la segunda razón que mueve la mano de un asesino. La primera es la ambición, el dinero.

¿Sufre usted de celos? ¿Alguna vez rompió los platos o el jarrón de la sala en un arranque de rabia súbita? Entonces sabe de lo que hablo; ha sentido el santiamén del terremoto ese que provoca cosas tristes como el asesinato del sábado en Linda Vista.

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