Mariano Varsavsky, un científico guatemalteco de origen judío, inventó hace algunos años una máquina del tiempo.
A pesar de sus muchos intentos, sólo logró viajar cinco minutos en el tiempo. Después de desvelos y esfuerzos inútiles, decidió abandonar la empresa de hacer una máquina que viajara más tiempo e inventó entonces una máquina para eliminar la nostalgia, porque pensó que era mejor eliminar la nostalgia para no tener que viajar al pasado.
Varios de los que participaron en sus experimentos querían regresar a la niñez, o regresar a su primer año de matrimonio. Así que los escasos cinco minutos nunca fueron suficientes para nadie.
El principio elemental de la máquina era bombardear con rayos catatónicos a la parte del cerebro que guarda los recuerdos. El efecto final era apaciguar el dolor nostálgico, sin eliminar los recuerdos.
Pero la desdicha cayó sobre la vida de Varsavsky. Por un error de cálculo, borró la nostalgia por su madre, muerta cuando él tenía siete años. Cayó en una profunda depresión. Podía recordar su imagen y su voz, pero no causaban el menor efecto.
Empezó a beber y a endeudarse hasta la quiebra. Luego prendió fuego a su archivo de investigaciones y dañó la máquina. Dicen que a veces recuerda con nostalgia la febril pasión con que emprendía sus investigaciones.
Si este científico hubiese valorado el presente, recordando la belleza del pasado, nada le hubiese sucedido. La vida siempre nos lleva hacia el futuro y por él tenemos que luchar. El pasado, como un todo, nos sirve para adquirir experiencia. El presente, para saber cómo utilizarla.
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