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La despedida de la Comarca Gnöbe Buglé
Así viajan hacia las comunidades de la comarca. (Foto: JESÚS EDUARDO SIMMONS / EPASA)

Jesús Simmons | DIAaDIA

Una realidad que entristece. Luego que DIAaDIA culminó la visita que hiciera a los niños y maestros de la escuela de Alto Loro, ubicada en la Comarca Ngöbe Buglé, centro educativo que funciona en ranchos de paja, pedazos de tuco como asientos, situación que informamos ya mediante las dos primeras entregas, llegó la hora de la partida.

Dos días y dos noches alejado de todo vestigio de civilización, donde dormí en un cuarto de zinc, cama de palos y víctima de las picaduras de garrapatas, fueron suficientes para conocer la realidad que viven los maestros que trabajan en las áreas de difícil acceso.

Por eso, cuando apenas el sol se asomó por las montañas de la comarca, me dispuse a partir, a pesar de que Venero, el joven que me serviría de guía, no llegó a la hora acordada.

Eran las 6:30 a.m. cuando me despedí del maestro Michael y su esposa. Lamentablemente, los niños que tantas preguntas me habían hecho, aún dormían; por eso me retiré sin decirles adiós.

Con algo de temor, para iniciar la travesía de retorno durante unas 10 horas de camino hacia la comunidad de Llano Ñopo, me fui nada más con el consejo de los maestros de seguir los caminitos para no perderme.

Después de más de hora y media de camino, ya pensaba cómo llegaría al pueblo donde se abordaban las "chivas", pues no soportaba el dolor en las rodillas.

Cada paso que daba era como si me metieran una puñalada en un costado y, lo peor de todo, es que el maletín que llevaba sobre los hombros pesaba cada vez más.

Cuando ya mis fuerzas y mi ánimo empezaban a desfallecer, sentí que alguien, en medio de esas verdes montañas, tocó mi hombro. Era Venero, quien me había alcanzado a pesar de las dos horas que le llevaba de ventaja.

De inmediato, el adolescente de 16 años, cuya contextura no se ajustaba a su edad, porque es delgado, quizás por desnutrición, tomó mi maletín y lo puso sobre sus hombros, alivió mi espalda y empezó a señalarme el camino.

Eran las 9:00 a.m. cuando por fin arribamos a la Escuela Guacamaya. Allí, uno de los maestros nos saludó muy entusiasmado, a esa hora los niños tomaban su vaso de crema.

Al preguntarle al maestro cuánto faltaba para llegar a Llano Ñopo, dijo que si era rápido caminando me tomaría unas cinco horas de camino. Lo peor de todo es que esa faena parecía imposible, porque mi guía y yo, a esa hora de la mañana teníamos el estómago vacío, pues no habíamos desayunado nada.

Sin pensarlo, el maestro no dudó en compartir la crema de los niños y nos ofreció a ambos, a Venero y a mí, un vaso, además de un paquete de galletas. En ese momento sentí que era lo más delicioso que había probado en la vida.

Luego de reposar unos minutos, iniciamos la marcha, ya que debíamos llegar a Llano Ñopo, antes de las 2: 00 p.m. si quería abordar la última "chiva"; de lo contrario, tendría que pasar una noche más en la comarca.

Cansados de tanto caminar, llegó un momento en que Venero, acostumbrado a largas caminatas, me dijo que no aguantaba dar un paso más, la verdad, yo tampoco, por lo que decidimos tomar un pequeño descanso.

No era para menos que el joven se haya quedado sin fuerzas, porque ya eran más o menos las 2: 00 p.m. y no habíamos almorzado y, lo peor, nos quedaba como una hora de camino para llegar a nuestro destino.

Finalmente, llegamos a una tienda en Llano Ñopo, en donde degustamos una lata de sardinas, un montón de galletas de sal y soda; eso era lo único decente que había de comer en ese lugar.

Cumplida la misión de Venero de sacarme del laberinto que representaban esas montañas, después de caminar nueve horas, le di B/. 7.00 y me despedí muy agradecido con mi amigo ngöbe.

Aunque parezca increíble, Venero, después de caminar 9 horas, inició el retorno a su casa, ubicada en Alto Loro. Con su retorno, se iniciaría otra historia.

ESCUELA

Venero, con 16 años cumplidos, apenas cursa el sexto grado en la Escuela de Alto Loro. En la Comarca Ngöbe Buglé es muy común que los niños no vayan acorde con su edad en el nivel escolar que le corresponde. A pesar de eso, Venero sueña con terminar su escuela y tener su diploma en mano.





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