HISTORIAS
Mis recetas

Redacción | DIAaDIA

A penas lloviznaba y me asomé a la ventana. Era de noche. Ese ambiente me llenó de nostalgia, luego de una jornada de trabajo muy agotadora.

Siempre he tratado de dar lo mejor de mí. Sé que Dios tiene un propósito para cada ser en este mundo y, a veces, las oportunidades que se presentan hay que tomarlas como una madre cuando toma por primera vez su hijo recién nacido en brazos, no sea que se te escape como el agua entre las manos.

Y aunque no me canso de pedirle a Dios que yo siga siendo humilde y solidario con mi prójimo, a veces no comprendo cómo puede haber personas que son víctimas del cáncer de la envidia.

Me cuesta saber que hay personas que no viven el presente y se la pasan criticando o destruyendo con sus pensamientos maléficos, todo lo que gira a su alrededor.

Confieso que no le guardo rencor a quien se dedique a hacer eso contra mi persona. Gracias a Dios, me vacunaron contra esas enfermedades cuando niño y ahora que crecí me regalaron otra vacuna que no costó nada ni dolió mucho, me refiero a la oración.

Eso sí que me llena de alegría, saber que ese es el teléfono celular directo para conversar con Dios y nunca está ocupado o apagado.

Bueno, ya era medianoche y había dejado de llover. Luego de hacer una llamada al cielo, sin ningún costo por los minutos utilizados, sentí que una gran paz invadió mi vida. Momentos como ese son los que fortalecen; por eso, siempre tengo presente otra receta en mi vida: "Si Dios conmigo, quién contra mí". ¡Pruébala!

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